En los pueblos y ciudades hay espacios urbanos con una determinada denominación que las gentes bautizan con nombres derivados de un comercio, bar o situación del pasado, como ocurre en Totana con diferentes lugares o espacios que han tomado otra denominación como la Rotonda de la Turra, la de Los Tubos o el mismo Rincón del Ajo.
Esos nombres que la gente ha dado a determinados lugares permanecen por encima del nombre con que el Ayuntamiento los denominara. De tal modo toma fuerza una denominación de las personas que por años que pasen esos nombres se mantienen precisamente porque el pueblo, las gentes, tienen más poder que el letrero que coloquen para reconocer el lugar o calle, es más fuerte el arraigo popular que cualquier otra cosa como podremos ver en determinados lugares de Totana que ya iremos relatando en este medio en sucesivas ocasiones.
El Rincón del Ajo es simplemente un ensanchamiento de la calle Santiago, tras el edificio número 8, antes de que se haga angosta en su discurrir hacia la Cañada de Zamora. Así lo denomina la gente, en muchos casos sin saber a qué responde ese curioso nombre, como todo, tiene su historia.
¿Por qué ese nombre? ¿A qué se debe? Esa denominación le viene por el paladar de los totaneros, en una zona de excelente cocina los paladares mandan mucha romana, tanta que hasta pueden nominar a un lugar por un simple plato de comida o, como en este caso, por una de las más comunes de las salsas españolas, una simple tapa hecha en una taberna que debía ser gloriosa a tenor de lo que cuentan los ancianos.
Tras la guerra incivil hubo zonas rurales que se despoblaron debido a su pobreza, las gentes marchaban a las ciudades o pueblos grandes en busca de un oficio o un pequeño negocio con que levantar la olla diaria. Una de esas familias, proveniente de una pedanía lorquina, se avecindó en Totana. Eran los padres de Pedrín el del Bar Miguel, afortunadamente vivo y lúcido a pesar de sus bastantes años, manteniendo la simpatía que siempre lo caracterizó.
Esta familia fue a vivir en la casa que aún hoy ocupa el rincón y en ella pusieron una modesta taberna y bodega en la que vender vino y las humildes tapas que la pobreza podía permitirse, los clásicos garbanzos tostados, los conocidos “torraos”, o unas patatas cocidas o asadas al horno aderezadas con lo que llamamos ajo y los valencianos all i oli o comúnmente alioli. La señora tenía buena mano para la cocina y pronto se hizo famosa su salsa, tanto que a veces tenía que hacer varios enormes morteros que la gente devoraba con fruición.
Ese rincón se llenaba al caer la tarde, cuando los hombres acababan su jornada y se reunían allí, en la pequeña taberna o en las mesas que colocaban en el ensanchamiento. Allí se hablaba de cosechas, de sequías y de lo que la sociedad de aquellos tiempos comentaba de forma habitual, y sin que nadie se diera cuenta empezaron a llamar el lugar el Rincón del Ajo.