Rincones de Totana. La calle Santo Cristo

Las partes más antiguas de los pueblos y ciudades suelen tener el encanto de la vetustez, el anticuado trazado y un especial atractivo, razón por la cual siempre se procura protegerlas porque conservan el sabor de los orígenes del lugar.

Totana es una ciudad nacida como tal en el siglo XV, lo que impide que tenga un centro histórico como ocurre con Lorca o Mula, por ejemplo, sin embargo las calles más antiguas de la localidad guardan una cierta similitud con otras por su singular trazado.

Siempre me gustó de una forma especial ese dédalo de callejas existentes en Totana entre la Plaza de la Balsa Vieja y el colegio de las monjas. Calles cuyo trazado recuerda los pueblos de influencia árabe, estrechas para defenderse del calor veraniego. Es delicioso pasear por ellas y dejarse enamorar por el embrujo que emanan.

Entre ellas destaca poderosamente la calle del Santo Cristo, que en el vértice del ángulo que dormán dos de sus tramos existe un pequeño y gracioso templete en cuya pared hay una hornacina siempre limpia que contiene una cruz de doble brazo llamada en la Iglesia Cruz Patriarcal.

No es extraño, ya que en Totana existe gran cantidad de hornacinas colocadas en las fachadas de sus casas por los vecinos, como las de San Ramón, San Felipe, Virgen de los Peligros, San Cristóbal, Santa Rita, la de las Ánimas, la de las Tres Avemarías y otras más, que caracterizan muchas de nuestras calles y rincones.

Estas calles eran una especie de centro comercial donde se situaban las tiendas que abastecían de comestibles al pueblo, y entre ellas estaba la pescadería, que en aquellos tiempos sin cámaras frigoríficas es de imaginar el desagradable olor que desprendía. Pues parece que el origen de esta devoción es que se pidió autorización para hacer dicho templete con el fin de albergar la Santa Faz y así se hizo.

El vicario Gaona, hombre poderoso en la Totana del siglo XVIII, decidió que aquella imagen se venerara en la iglesia parroquial y se la llevó el año 1774. Los vecinos decidieron poner en su lugar una cruz con un Crucificado polícromo y así se hizo, permaneciendo en el templete hasta finales del siglo XIX, en que quisieron quitar la Cruz y poner el rostro de un Cristo, pero a la mañana siguiente apareció la Cruz en el suelo del lugar. Volvieron a quitarla, pusieron vigilancia y a pesar de ello nuevamente apareció en el suelo, razón por la que los vecinos pensaron que Dios quería que allí estuviera el madero de Cristo y no una efigie suya, por lo que decidieron mantenerla en su lugar y allí permanece desde entonces.

Cuando pasa uno por allí es frecuente ver a los vecinos santiguarse y detenerse a su paso por el templete en el que se puede leer la siguiente inscripción: "Tú que pasas, mírame / contempla bien en mis llagas / y verás que mal me pagas / la sangre que derramé".

Existe una Indulgencia Especial por rezar ante dicha imagen un Credo, algo que muchas personas hacen deteniéndose a su paso. Yo soy uno de ellas.

Juan Ruiz García 

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