El último Maestro de la Villa

Cuando inicié esta serie de comentarios pensaba que serían unos cuantos, pero a medida que voy haciendo preguntas hago nuevos descubrimientos, establecimientos interesantes que han formado parte de la historia cercana de Totana, e incluso algún personaje que merecen por derecho propio un hueco en estos comentarios.

Este es el caso de Juan María Martínez Andreo, un agradable personaje del que hoy quiero hablar desde un especial afecto personal que creo que es compartido por la inmensa mayoría de los totaneros, porque es difícil que en un lugar relativamente pequeño donde todo el mundo se conoce, que haya una persona que concite sobre sí el agrado de todos.

Lo veo ahora, mayor, con un andador, con esa elegancia que no dan las buenas ropas sino las mejores almas, con su sonrisa fácil, deteniéndose a hablar con cualquiera y recibiendo el agrado de todos. Ese agrado con el que es recibido Juan María es muy difícil y más en una persona que ha trabajado toda su vida al servicio de las obras del Ayuntamiento.

Hace treinta años que lo conozco y siempre tuvo para mí la sonrisa y la respuesta con agrado, habida cuenta de que mis preguntas fueron muchas y constantes. Es digno de mencionar que no se cansara jamás de escucharme y que, aunque no recuerde mi nombre sí lo hace con muchas circunstancias y siempre con la educación que lo caracteriza.

Juan María era hijo del Maestro de la Villa, puesto desaparecido en el Ayuntamiento, cuya misión era la de coordinar todas las obras municipales, supervisar su ejecución en todos sus detalles hasta dar el visto bueno con su firma para que fuera aprobada de forma definitiva por el concejal de Urbanismo de turno. Cuando su padre murió a él le faltaban unos meses para poder acceder a la oposición en 1948, pero cuando cumplió los dieciocho años entró por concurso, si bien fue el único en presentarse. Tenía los suficientes conocimientos técnicos como para desempeñar su función, no en balde aprendió de su padre el oficio que desempeñaría durante tantos años

Como es natural ha trabajado con muchas corporaciones, diferentes alcaldes y concejales de distintos colores políticos, pero su trabajo siempre fue serio y eficaz, razón por la cual es saludado por todos con cariño.

Además de sus importantes servicios al Ayuntamiento le debemos el diseño y ejecución de los arcos de entrada al Santuario de La Santa, que nos da clara muestra de su conocimiento de la arquitectura y el amor a su tierra.

A Juan María se debe el diseño y ejecución de los arcos que dan entrada al santuario de La Santa, lo que nos da idea de su preparación técnica en dibujo, perspectiva, diseño y ejecución de obra.

En 1995, al cumplir la edad de jubilación pasó a ser emérito y éste Ayuntamiento no ha renovado el puesto de Maestro de la Villa, por lo que le cabe el honor de haber sido el último de ellos.

Juan Ruiz García

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