La sierra fue para los totaneros fuente alimenticia en los malos tiempos, pues aportaba caracoles y setas para la comida, esparto para hacer artículos de primera necesidad como capazos, sogas, esteras y otros necesarios enseres, plantas medicinales que servían para hacer esencias, hierba para alimentar el ganado y leña para calentarse o venderla a otros, lo que hacía que muchos recorrieran a diario el camino de ascenso por las mañanas y regresaran cargados de su medio de vida por las tardes.
Ese flujo diario hizo pensar al matrimonio formado por Pedro y Mercedes que no sería malo poner una venta en la que dar bebida y alguna comida a las personas que transitaban el camino de Aledo. Así, de forma humilde pero firme nació en 1926 la Venta de la Rata, que con el paso del tiempo determinaría el nombre de todo aquel paraje que es como hoy lo conocemos.
Ni que decir tiene que en aquellos tiempos de penurias no hizo ricos a sus propietarios aunque ayudó en su modo de vida. En la venta podía encontrar el viajero el vino y los refrescos, el sencillo plato de comida casero, las tapas de cocina habituales, la lumbre en la que calentarse del frío del camino, así como el descanso y agua para sus bestias de carga o tiro.
La hija del matrimonio y su esposo Alfonso continuaron la labor y poco a poco, con mucho trabajo y buena cocina fue tomando copero hasta hacer de ella un lugar imprescindible y un ejemplo de bien trabajar que ha conseguido convertirse en un auténtico templo gastronómico marcado por la calidad y precios razonables.
La bonhomía de Alfonso y su forma de ganar amigos hizo crecer la clientela con la llegada de tiempos mejores y las nuevas costumbres de salir a comer los festivos y luego, con la colaboración de sus cinco hijos, mermados por la accidental muerte de uno de ellos, logró hacer de la Venta de la Rata un lugar imprescindible en Totana para las comidas diarias multiplicadas por las de los fines de semana y los inevitables banquetes de bodas y otros eventos similares.
La modesta venta fue creciendo a la par que lo hacían los hijos del matrimonio y ampliando la oferta y multiplicando la clientela, de tal modo que las ampliaciones tuvieron que sucederse por pura necesidad o conveniencia del negocio, hasta construir un enorme salón de celebraciones para el que es necesario contratar los eventos con mucho tiempo de antelación.
Actualmente, con el duro trabajo de Antonia, Diego, Pirri y Mercedes, la venta ha ampliado sus dimensiones hasta ser capaz de dar de comer a varios centenares de personas en un mismo día. Su oferta culinaria ha aumentado, se ha diversificado y actualizado a la par que su bodega es capaz de almacenar los mejores vinos y puede satisfacer el apetito de los paladares más exquisitos aunque siguen haciendo la misma labor con discreción, buen trabajo y cuidada atención.
Ahora en Totana ya se simplifica el nombre y se dice simplemente: voy a comer a la Venta, en la seguridad de que todo el mundo sabe a cuál se refiere el interlocutor, prueba evidente de la justa fama que ha ganado.
Este negocio que nació modesto fue adquiriendo fama de tal modo que actualmente a todo aquel paraje se le denomina con su nombre: Venta la Rata.
En la fotografía se aprecia la puerta de la primitiva venta con una niña, Antonia, actualmente comandando con su hermano Pedro de las cocinas de la Venta, y el cochecito con su hermano Diego.
Juan Ruiz García