Rincones de Totana. La Cruz de la Misión

Uno de los lugares emblemáticos y dignos de visitar de Totana es la Cruz de la Misión, encrucijada de caminos, reposo de caminantes y oración queda en agradecimiento al Creador por darnos lugares tan bellos. Pero la Cruz tiene una bonita historia ligada a la acendrada fe del pueblo demostrada en una de las Misiones.

La Compañía de Jesús fue fundada por Ignacio de Loyola, un noble y militar que tras quedar cojo por un cañonazo en la defensa de Pamplona pasó meses de cama y le dieron a leer muchos libros, la mayoría de los cuales eran de vidas de santos. Ignacio decidió peregrinar a Tierra Santa, vivir el Evangelio de una forma firme y creó esta "militia Christi", soldados de Cristo para propiciar una renovación de la Iglesia.

Esta orden religiosa nació con vocación misionera de tal modo que la cristianización de Japón se debe a uno de sus miembros, Francisco Javier y luego le seguirían miles de ellos repartidos por todo el mundo. Pero en un momento determinado se dieron cuenta que también España era tierra de misión, porque los fieles se apartaban de la iglesia y determinaron crear las Misiones.

Estas misiones se concertaban con pueblos o ciudades y en las fechas acordadas acudían los jesuitas, frecuentemente acompañados de sacerdotes seculares, y se iniciaban discursos encendidos de fe con los que se convertía a las personas siguiendo el esquema de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Se hacían celebraciones eucarísticas y los confesionarios se llenaban, las comuniones se multiplicaban y se acababa la misión con una procesión con todos los participantes.

En el año 1892, estando Totana regida por el alcalde don Mariano Garrigues Navarro, y por iniciativa del párroco don Blas Cánovas Martínez y la Superiora de las Hermanas de la Caridad sor María Jesús González y Villaseñor, se acordó hacer una Misión en el pueblo, que fue dirigida por el jesuita padre Miguel Cadenas asistido de otros sacerdotes de la Compañía y la colaboración de otros pertenecientes al clero secular.

En la primavera del referido año llegaron los misioneros dirigidos por el padre Cadenas, nacido en Almaraz, de escasa salud y sufriendo frecuentes y fuertes dolores de los que no se quejaba. Sus prédicas las pronunció tanto en la iglesia parroquial de Santiago como en la de los frailes capuchinos, pero en un momento determinado, y ante una gran multitud, se subió a la cubierta de una caseta del fielato y desde aquel lugar pronunció un vibrante fervorín

Tanto los misioneros como los sacerdotes de Totana, Aledo, Alhama y algunos venidos de otras localidades, se pasaban horas confesando fieles antes y durante los oficios litúrgicos, así como ejerciendo direcciones espirituales, y según cuentan las crónicas el padre Cadenas confesó a 8.863 fieles.

Durante esa Misión y con la ayuda de los jesuitas se constituyeron varias asociaciones religiosas entre las que destacaron el Patronato de San Luis Gonzaga, Auxiliares de las Misiones, Congregación de Jóvenes de San Luis, Conferencias de San Vicente de Paul, Asociación de Hijas y Siervas de María y el Apostolado de la Oración, que continuaron su labor durante años.

Debo agradecer los datos aportados por Alfonso Espejo Rodríguez y Francisco José Miras Martínez en su espléndido trabajo titulado La Cruz de la Misión, signo de compromiso de fe, publicado en Cuadernos de la Santa en 2014.

La clausura de la Misión se hizo con una procesión eucarística que terminó en el cruce de caminos que inicia la ruta de los huertos de Totana, con una asistencia multitudinaria, pues llegaron personas de diferentes pueblos. Como recuerdo permanente de aquellas jornadas de fe, en Totana se decidió colocar una cruz con ese nombre, que ha sido renovada junto a su entorno en algunas ocasiones y hoy podemos gozarla como un espacio de descanso y oración.

Juan Ruiz García

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