Dicen que las malas noticias vuelan pero no siempre es verdad. Anoche me enteré de la muerte de una gran persona, el doctor y escritor Antonio Martínez Hernández. Llegó tarde y eso impidió que acompañáramos a Reme y sus hijos en el acto del sepelio, algo que siento profundamente por el afecto que le teníamos en mi familia tanto a él como al amor de su vida.
Creo que Dios hizo a Antonio con ese cuerpo grande para darle cabida a un generoso y enorme corazón, como demostró a lo largo de su vida. Esa generosidad la ejerció a lo largo de su intensa y fructífera carrera profesional, pues ejerció su vocación por la medicina con absoluta entrega, atendió a cuantas personas quisieron algo de él y ayudó en muchos casos a resolver asuntos clínicos de personas necesitadas.
Estudió su bachillerato preparándose en la academia de don Cristóbal y tras cursar la carrera, consciente de que quería ejercer su vocación con la mejor preparación posible se marchó a hacer la especialidad a Madrid y Reino Unido donde fue un aplicado alumno, adquiriendo los más modernos conocimientos técnicos para ponerlos a disposición de sus pacientes, entre otros siendo el pionero en Murcia del tratamiento del dolor.
Pero además de médico, Antonio era un estupendo escritor e investigador de la historia de la medicina murciana que plasmó en extraordinarios libros que nos mostraron el devenir de la beneficencia provincial a través de los centros de atención médica. Estudió con detenimiento la historia de centros en los que se atendían a los necesitados y los puso a nuestra disposición en libros en los que detallaba detenidamente toda su historia. Era además presidente de la Asociación de Médicos Escritores.
Escribió la historia del Hospital de San Juan de Dios, la de la Medicina Murciana del siglo XX, las biografías de grandes médicos murcianos teniendo como ejemplo la del doctor Manuel Clavel Nolla y el Hospital Provincial de Murcia, en el que nos cuenta no solamente la biografía del médico que hizo distinguir la traumatología del resto de la cirugía, sino la misma vida del hospital sostenido por la Diputación Provincial y heredero del de San Juan de Dios.
La Asociación Cultural Caja de Semillas a la que pertenezco, consciente de la importancia de los trabajos literarios de Antonio le hizo un homenaje poético el 23 de octubre de 2009 en el teatro del Centro Sociocultural La Cárcel, de Totana, a la que se sumaron un buen número de totaneros que quisieron compartir con nosotros su reconocimiento.
Recuerdo con mucho agrado la conversación que tuvimos en el Salón de Espejos del Teatro Romea cuando presenté mi libro Visitas a la historia de Murcia entre él, su inseparable Reme, Luis Clavel y yo, en la que comentamos el importante trabajo de dar a conocer la personalidad de tan gran médico y padre de Luis, así como la biografía que también escribió del doctor Luis Valenciano Gayá.
Me consta que aún había estado investigando y estudiando otros extremos de la sanidad murciana que por culpa de su enfermedad han quedado inconclusos. Es una pena, pues sus trabajos eran muy concienzudos, pormenorizados en todos los detalles importantes y con la clara intención de poner a nuestra disposición extremos que debemos conocer del importante trabajo de los médicos murcianos.
Era también Antonio un enamorado de su Totana así como de las Cuevas del Reyllo, lugar en el que pasó los veranos de su infancia porque su familia poseía fincas allí, donde tenían una casa adjunta a los de los abuelos de mi mujer, razón por la cual su amistad con la familia era muy profunda.
Su gran amor fue Reme, su esposa, algo que demostraba porque siempre iban juntos a todo, especialmente cuando venían a Totana y hacían la compra en el supermercado familiar y departían con todos con la simpatía que la pareja derrochaba a raudales. Fue además un gran padre y abuelo, así como de sólidas creencias.
Estoy seguro que Antonio leerá estas líneas en el lugar más alto, en el que se ganó a lo largo de su vida y estará recibiendo el premio bien merecido.
Juan Ruiz García