Vocación de servicio a la comunidad: Antonio el del Sindicato

Los historiadores escudriñan entre viejos legajos para contarnos cómo fue nuestro pasado con todos los datos posibles, así los conocemos y llegamos a la conclusión de que somos el producto de nuestra historia, que no somos de un modo determinado por casualidad sino por la suma de vivencias de la comunidad en que vivimos. Pero hay otra historia, tal vez de menor rango, pero que también nos define, esa cercana, cotidiana que se nutre de las calles que pisamos desde niños, los locales a los que entramos y las personas que han definido la cercana Totana. No estarán nunca en los libros de Historia con mayúscula, pero merecen un lugar en nuestra cercana historia porque han formado parte importante de ella.

Voy a hablar de un hombre que tuvo muy claro que su vocación era servir a su comunidad, facilitar la vida a sus convecinos y a ello dedicó su vida. Todos lo hemos conocido porque falleció hace poco tiempo. Se trata de Antonio Ángel Martínez Garrido, al que toda Totana conoció como Antonio el del Sindicato, un hombre que pasó toda su vida como funcionario y que entendió que el funcionariado era un servicio a su comunidad y lo vivió con toda su intensidad.

Nació Antonio en Totana el 1 de octubre de 1940 y a los catorce años ingresó en la Organización Sindical donde prestó servicio hasta la desaparición del ente, pasando  posteriormente al INEM y después a la Comisaría de Lorca en la sección de pasaportes. Tuvo un difícil record, el de haber llegado como funcionario a diecisiete trienios, pues en aquel tiempo se podía trabajar desde los catorce años y por consiguiente cotizar. Esta cifra singular de años trabajados le valió recibir la medalla de la Orden de San Patricio en su último trabajo.

En su misma calle y en la casa contigua a la suya nació un día antes que Antonio, Dolores Hernández Cánovas que quedó huérfana siendo niña y se marchó con su familia a Barcelona regresando años después. No se habían conocido antes, pero se conocieron y se enamoraron, se casaron y se unieron dos almas buenas que dejaron esa bondad en herencia a sus hijos.

Conocí a Antonio ya jubilado, siempre atento y amable haciendo escasas preguntas y saludando habitualmente con agrado. Me han contado muchos que era el hombre que solucionaba siempre los problemas administrativos que se le presentaban, primero en Sindicatos, luego en el INEM y posteriormente en la comisaría, pues hasta traía a sus domicilios a la gente los documentos para evitarles el viaje a Lorca.

Antonio y Dolores tuvieron tres hijos: Puri, Agustín y Salvador, a los que inculcaron con el mejor de los magisterios: Su ejemplo, la vocación de servicio.

Y Antonio el del Sindicato, un 18 de noviembre de 2015, se marchó a la Eternidad a recibir el premio tan bien ganado por su generosidad y espíritu de servicio.

Ahora, cuando coincido en el desayuno con Dolores, su viuda, observo su dulce y humilde sonrisa, su modo discreto de pedir las cosas y pienso que eran tal para cual.

Gloria a Antonio y larga vida a Dolores.

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