Manuel Moreno Moreno

Muchas personas eligen su carrera o profesión por cuestiones económicas sociales o de oportunidad, sin olvidar el peso que ejerce la profesión paterna, pero hay otras que, como al doctor Manuel Moreno la eligen porque sienten una especial llamada que se llama vocación. En este caso, como bien saben los totaneros lo decidieron sus dos cualidades fundamentales: La enorme vocación como médico y su extraordinaria generosidad, porque estudió en la Universidad de Granada la carrera de Medicina para entregarse a ella como un sacerdocio que, aún hoy jubilado sigue ayudando a la gente que se lo pide. Los que lo conocemos sabemos muy bien de su talante personal, su implicación en la vida ciudadana y la entrega al cuidado y prolongación de la vida de las personas que padecen hemofilia.

Tras acabar la carrera empezó a ejercer en Totana hasta que inició sus estudios de Médico Interno Residente en la Ciudad Sanitaria Virgen de la Arrixaca en la especialidad de neurología infantil, pero el hecho de tener dos hijos con hemofilia cambió su decisión e hizo la especialidad de hematología, rama de la medicina entonces poco conocida e ignota en Murcia hasta que llegó el doctor Ricardo Candel. En 1978 fue nombrado adjunto del mencionado especialista, convirtiéndose desde entonces en un significado galeno en esta materia.

Sus estudios, asistencia a congresos, muchos estudios y conversaciones con otros especialistas dieron su fruto con los enfermos de hemofilia, decidiendo que sería bueno crear unos campamentos en los que estos jóvenes portadores de esta enfermedad fueran autosuficientes y no tuvieran que depender de médicos y enfermeros para inyectarse los remedios entonces conocidos. La intención del doctor Moreno era que los hemofílicos hicieran una profilaxis y lograran una vida normal dentro de sus limitaciones, que les hacían conocer bien.

Decidido a ponerlos en marcha pidió al alcalde de Mazarrón, a la sazón el señor Yúfera que le cediese las instalaciones del campamento Crucero Baleares para reunir en él a jóvenes a los que informar y practicar con ellos para lograr su autosuficiencia. Con las ayudas de muchas personas anónimas y aportaciones alimenticias de muchas empresas que las cedieron gratuitamente pudo realizar varios campamentos hasta que las instalaciones fueron necesarias para otro menester.

El doctor Moreno seguía pensando que la labor que hacían era muy conveniente y necesaria, por cuya razón seguía con la idea de crear una que fuera propia de la asociación por él creada y el lugar ideal era Totana. A tal efecto encontró un terreno a un precio asequible y antes de decidió ir un sábado a tomar una cerveza al Bar Ortiz y allí vio al alcalde, a la sazón Pedro Sánchez al que preguntó si le daría licencia en aquel terreno para construir el centro. El edil le dijo que le ofrecía algo mejor, unos terrenos que le enseñó esa misma mañana en La Charca, que estaban cedidos al Ayuntamiento para equipamientos sociales. El lunes siguiente ya era de la asociación el lugar donde construir las instalaciones.

Fue toda una aventura en la que se vio la generosidad de Totana, pues unos transportistas le llevaban de forma gratuita materiales, otras personas y empresas colaboraron económicamente, la empresa Palomares hizo las obras a precios verdaderamente de costo y pronto estuvo construido el campamento que fue creciendo en función de los ingresos.

El centro empezó a funcionar gracias a la generosidad de muchas personas, entidades y empresas, pues nunca le faltó financiación y la alimentación era donada en su gran mayoría, pues muchas empresas de este ramo enviaban carnes verduras, pescados, leche y demás con lo que mantener a bajísimo coste estos campamentos.

Apareció el Sida, enfermedad desconocida hasta entonces y el doctor Moreno se puso a estudiarla y fruto de este trabajo fue el descubrimiento de sus formas de contagio entre las que no estaba el contacto personal. Entonces suspendieron las actividades del centro de Hemofilia de La Charca para entregarse a la lucha contra la nueva enfermedad, y acabado este periodo el centro volvió a realizar sus funciones.

Desde su fundación, este centro ha realizado muchos veranos de campamentos por los que pasaron casi el sesenta por ciento de los hemofílicos españoles y se ha concienciado aunque sea de forma indirecta a todos los enfermos españoles, prestando una magnífica ayuda, razón por la cual la ocupación de estas instalaciones fue menor y sus costes de mantenimiento muy elevados.

Con la aparición del puñetero Covid, el doctor Moreno ofreció al Ayuntamiento el centro y sus instalaciones para albergar a familias de inmigrantes que vivían hacinados en pequeños pisos y evitar así contagios, logrando que vivieran muchas familias que evitaron así la propagación de la enfermedad en Totana.

En estos nuevos tiempos en que los hemofílicos han logrado una mejor calidad de vida y es menos necesario, es compartido con otras asociaciones de fines similares y parece que ese será su futuro.

Totana debe sentirse orgullosa de tener a disposición de las asociaciones que lo necesiten un centro de estas características, con magníficas y cuidadas instalaciones, pues cuenta hasta con piscina y lugar de residencia para médicos y enfermeras, que debe de forma indudable a la generosidad y gran labor del doctor Manuel Moreno Moreno.

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