Depósito de agua del Taibilla en el paraje «El Rulo» (Totana), en una imagen del año 1952.

Con la mirada puesta setenta años atrás. Totana se prepara para recibir las aguas del Taibilla

Juan Cánovas Mulero

A lo largo de su historia, Totana ha venido forjando su caminar frente a los rigores de la aridez. El aprovechamiento de veneros que brotan en Sierra de Espuña ha sido un recurso fundamental para atender las necesidades de sus vecinos y la puesta en producción de su agricultura.

Un hito de principal importancia de cara a proveer de agua potable al vecindario fue la edificación del acueducto de la Carrasca, que en 1753 abastecía la fuente de la Plaza, desde donde fluía el agua después de recorrer los más de diecisiete kilómetros que la separan de su nacimiento. De igual modo, tuvieron singular valor las aguas que confluían al núcleo urbano procedentes del manantial de Los Frailes.

Esos beneficiosos surtidores, condicionados por la escasez de precipitaciones, acabaron por resultar insuficientes para responder a su creciente desarrollo demográfico, lo que obligó a buscar nuevos horizontes con los que satisfacer la progresiva demanda.

Un rayo de luz alentaba la esperanza de esta tierra a partir de 1920 con el proyecto que comenzaba a esbozarse y que, orientado a transportar las aguas del río Taibilla a la ciudad de Cartagena, podría ofrecerle un seguro suministro. Apoyando esa iniciativa y remando incansablemente a su favor estuvo el totanero Francisco Martínez Muñoz-Palao, ferviente defensor de la agricultura y de los planes hidráulicos que dotasen de regadío a los sedientos campos del Levante. Numerosas vicisitudes retrasaron las obras hasta 1945, año en el que la población portuaria veía materializadas sus aspiraciones. Sin embargo, Totana seguía luchando por su consecución.

Fue ya en la década de 1950 cuando se vislumbraba una meta alcanzable, como confirmaban las palabras del alcalde de la localidad, Antonio Molina Mellado, en una entrevista que concedía para la revista Fiestas de Santa Eulalia de 1951, al señalar que, el «anhelo de toda la vida, el agua potable en los domicilios, pronto será una realidad y nuestras casas disfrutarán de aguas tan ricas y puras como las del Taibilla y las familias modestas que no puedan instalar la acometida tendrán varias fuentes para que gocen de ellas». Ese empeño cristalizó con cierta rapidez pues a lo largo de 1952 se llevaron a cabo los trabajos para la construcción de las conducciones de agua, depósitos y desagües que completaban el trazado. De hecho, desde el mes de julio de ese año se autorizaron derivaciones con toma directa de la cañería de aguas potables del depósito general de los canales del Taibilla a las viviendas del paraje de Mortí y a las de las zonas próximas a dicho depósito. Finalmente, esta primordial infraestructura llegaría al casco urbano, en palabras del primer edil, para el verano de 1953, inaugurándose en ese tiempo fuentes públicas en concretos barrios de Totana.

Por todo ello, en estos días en los que nuestros mayores sentían ya próxima tan magnífica posibilidad, recordamos, con la perspectiva de los setenta años que nos separan, aquellos esfuerzos, haciéndonos eco de la alegría que debió de embargarles y agradeciéndoles tan fecundo compromiso. Al calor de esta apuesta, que permitió tan meritorio logro, germinaron senderos de cooperación, ayudando a profundizar en el bien común.

Antonio Molina Mellado, alcalde de Totana en una imagen de 1952. Bajo su mandato llegaron las aguas del Taibilla a la localidad.
En esta obra publicada en 2014 con el apoyo de Coato y la Real Academia Alfonso X el Sabio se ofrece un amplio estudio biográfico y documental de la trayectoria, obra e iniciativas de Muñoz-Palao, de su decidida apuesta en favor de la agricultura y de los riegos.
Trabajos destinados a realizar las infraestructuras precisas para proveer de agua del Taibilla a la ciudad de Totana. Imágenes publicadas en la revista Fiestas de Santa Eulalia de 1952.

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