El padre Lucas, franciscano capuchino, descansa en la ternura de Dios

Cuando el silencio, la prudencia, la escucha atenta y serena se acrisolan en la fe y el Evangelio, los argumentos y testimonios florecen plenos de sentido, aquilatados en la autenticidad, impregnados de transparencia, fundamentados en la reflexión. En esa convicción y seguridad, en esa manera de ser, de vivir, de ofrecerse cercano a los demás, solícito a sus necesidades, se ha desenvuelto el caminar del sacerdote capuchino José Giner Crespo, «padre Lucas».

A lo largo de sus años de dedicación a Totana, prolongando la grandeza franciscana en nuestra tierra, iniciada con la voluntad de los frailes alcantarinos que llegaban a la entonces villa en 1602 y, continuada, desde finales del siglo XIX, con la presencia de los capuchinos, el padre Lucas ha mantenido ardiente la llama de esa fraternidad y compromiso evangelizador de los hijos de san Francisco, que ya proclamaron con entrega y diligencia sus predecesores. Con su sabio proceder para afrontar la existencia, con sus palabras aromatizadas de calidez, acompañadas del suave bálsamo de la misericordia y la comprensión, ha convocado a diversas generaciones de hombres y mujeres a seguir a Cristo, en cuyo mensaje de solidaridad, de luz, servicio, esperanza y hermandad, afirmó su andadura, ofrendándolo como preciado tesoro, compartiendo en su quehacer misionero, el trazo de ese amor, el don de la salvación.

La huella de su fe, de su certidumbre y nobleza, de su inmenso corazón, ha arraigado con hondura en las diputaciones rurales de Paretón-Cantareros y Cañada de Romero, núcleos poblacionales en los que ha ejercido durante varias décadas su actividad pastoral, litúrgica y sacramental. Su espíritu bondadoso y compasivo, avalado por la reciedumbre de su piedad, le favoreció el estrechar lazos con los vecinos de esos entornos. Paralelamente ha alternado esta responsabilidad con una disposición fructífera en el convento San Buenaventura de Totana, en donde su estela ha sido principal referente de abnegación y fidelidad a la Iglesia de Cristo.

En 2009, con motivo de la celebración del primer centenario de la bendición del cementerio parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Paretón-Cantareros, a su impulso e interés investigador, se publicaba un estudio sobre dicha necrópolis y la ermita de igual advocación. En correspondencia a su gestión se nominó uno de los viales de esa zona como «Calle Padre Lucas». Asimismo, el ayuntamiento de Totana, consciente de su valiosa y fecunda trayectoria, le concedió en 2013 el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, un merecido reconocimiento a la consistencia de su implicación.

En la confianza de que su alma reposa en los brazos amorosos de Dios, sabiéndonos bendecidos por su cariño a Totana y con la mirada en la legitimidad de sus creencias, damos gracias al Todopoderoso por habernos honrado con la dignidad de su persona, poniéndonos a su amparo y protección.

Juan Cánovas Mulero 

José Giner Crespo, «padre Lucas»

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