Homenaje al torero totanero Jorge Martínez

Ayer asistimos a un simpático acto, el del homenaje de la Corporación Municipal al primer torero totanero en alcanzar el doctorado Jorge Martínez. En él el alcalde hizo un breve panegírico del torero y ofreció el homenaje en nombre de la corporación y por ende de los totaneros, alabando la figura del joven matador que presumiblemente paseará en triunfo el nombre de Totana, así como se le entregó un pergamino conmemorativo hecho por el excelente pintor Paco Salzedo.

He de hacer un inciso para explicar que los que hemos visto muchas corridas y conocido a bastantes toreros sabemos distinguir incluso desde lejos a estos singulares personajes, diferentes al resto, que viven un mundo de respeto y ritual que tiene características propias como corresponde a tan difícil y arriesgado arte.

Entre las nutrida concurrencia estaba el doctor José Luis Cánovas Ciller, gran aficionado y conocedor del arte de Cúchares y además cronista, que se sentó junto a mí y entre ambos hubo un dialogo que no me resisto a silenciar y relataré a continuación.

Hace unos diez años la Asociación Cultural El Cañico a la que yo pertenecía hizo una colaboración cultural con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús, con la presentación del magnífico y bien documentado libro Los Armaos de Totana del profesor don Antonio Pintado, y con tal motivo la Hermandad tuvo el gusto de invitarnos a la escritora María José Valenzuela y a mí a su comida anual.

Nos sentaron en la mesa de invitados compartiendo mantel con el alcalde don Juan José Cánovas y señora y el sacerdote y Caballero de la Orden del Santo Sepulcro don Alfonso Guarinos. Tras la comida la hermandad ofreció diferentes distinciones a varias personas entre los cuales estaban los Armaos. Todos fueron llegando al estrado y recibieron su galardón, pero al citar a los Armaos se formó una larga fila de jóvenes y adolescentes que marchaban a recibir su premio.

Yo miré la larga fila y mi mirada se detuvo en un chico muy joven y dije sin poder evitarlo: Ese chico es torero. El alcalde levantó la mirada, se lo señalé y me preguntó si lo conocía y dije que no, por lo que quiso saber qué me indicaba la posible profesión del chico. Le dije:

-Mira su forma de andar.

Reconoció que era una forma peculiar de moverse y le dije que era la forma de moverse un torero caro.

Cuando se lo conté al doctor Cánovas Ciller me dijo que él fue a Murcia con unos amigos a ver una novillada de principiantes hacía diez años y cuando entre los principiantes vio a Jorge moverse dijo a sus acompañantes que allí había un torero grande. Cuando le preguntaron cómo lo sabía respondió exactamente igual que lo hice yo.

Está claro que tanto el médico y un servidor vimos en aquel chico recién salido de la adolescencia lo que sería en un futuro, pues a los grandes toreros los sabemos distinguir en su peculiar forma de andar y moverse absolutamente diferente a la de los demás mortales.

Y ahora que Jorge Martínez entra en una etapa de su vida muy difícil, pues tiene que tener en cuenta que el toreo es una forma de sacerdocio para el que hay que entregar toda su vida, quisiera desearle mucha suerte, que los toros lo respeten y los públicos sean generosos con él y llegue al Olimpo de los toreros.

Suerte maestro.

Juan Ruiz García

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