Han pasado ya 45 años desde aquel trágico viernes 14 de marzo del año 1980, cuando el doctor Félix Rodríguez de la Fuente perdió la vida en un trágico accidente aéreo.
El siniestro tuvo lugar en Alaska, cerca del Klondike, mientras se filmaba un episodio de El Hombre y la Tierra, una de las series más emblemáticas y divulgadas de RTVE. Curiosamente, ese mismo día, el Dr. Félix celebraba su 52º cumpleaños.
Al evocar el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente, son muchísimos los recuerdos de la preadolescencia que se agolpan en mi mente… y todavía recuerdo con claridad y emoción, la enorme tristeza que supuso la noticia de su muerte.
Al lunes siguiente, en el colegio, en mi clase de 5º de EGB del colegio “La Cruz”, éste era el único tema de conversación, y los esfuerzos que hacia nuestro tutor para que nos centrásemos en las tareas del día, resultaban infructuosos. Nuestro amigo Félix se había ido para siempre y había dejado un profundo vacío en nuestro corazón.
Hoy, 45 años después, su inconfundible tono de voz o la vibrante sintonía de su programa de televisión (que se emitió entre los años 1974 y 1980), resuenan con la misma fuerza e irradian la misma energía de antaño… como si el tiempo no hubiese pasado.
Sin duda alguna, Félix Rodríguez fue el “Maestro de la Naturaleza”. Su influencia fue decisiva para educar y formar a toda la población española (y la de otros muchos países), en la necesidad de la defensa y conservación del medioambiente natural. Como él mismo decía: “Todos los seres humanos tenemos la obligación de hacer algo para defender esta madre nuestra, que es la única que tenemos y que se llama Tierra”.
Y nos subrayaba la importancia de iniciar la educación en la conciencia de la defensa de la Naturaleza, desde la infancia, pues veía muy claro los beneficios que esta aportaría a la formación integral de la persona. En una entrevista en la que le preguntaron al respecto dijo: “Sensibilizar a los niños en la observación de la naturaleza, es abrir puertas al espíritu religioso y a la comprensión de la obra del Creador”.
Su estilo era claro, directo y sencillo. Poseía un don innato de narrar, de transmitir con apasionamiento, de llegar dentro del oyente, de conmover con sus explicaciones… en una palabra: el don del que verdaderamente es Maestro.
Gracias a él, muchos aprendimos a valorar la riqueza de nuestro entorno y a tomar conciencia de la necesidad de protegerlo, pues fue capaz de abrir nuestras mentes y nuestros corazones a las maravillas del ecosistema que nos rodea. Su legado perdura en cada rincón de la Naturaleza que con tanto ahínco defendió, y en corazón de cada uno de los que tuvimos la suerte de aprender con él.
Por todo lo que nos legó, quiero rendirle homenaje y expresarle mi más afectuoso y sincero agradecimiento a través de estas breves líneas.
¡¡ Gracias Amigo Félix !!