Acordes de devoción en el Santuario de Santa Eulalia

La conferencia de Juan Cánovas Mulero desveló la identidad mágica, telúrica y sagrada de este espacio de espiritualidad, previo al concierto de órgano de Roberto Fresco

El Santuario de Santa Eulalia fue el escenario el pasado sábado 4 de octubre de un relevante evento cultural y musical, que se inició con una erudita y detallada conferencia ofrecida por Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana. Este acto sirvió como antesala al esperado concierto de órgano a cargo del maestro Roberto Fresco, organista titular de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid.

Cánovas Mulero, al comenzar su intervención en un ambiente familiar, expresó su intención de que la reflexión que compartiría sirviera para que quienes acudieran al acto conocieran el contexto del mismo.

El evento contó con la asistencia de miembros de la corporación municipal, el párroco de Santiago, representantes del Patronato de la Fundación La Santa y medios de comunicación. Cánovas destacó la labor social «muy encomiable» de los medios, que permiten que el sentir y el latir de Totana perduren, llegando donde la mayoría no puede. Además, felicitó especialmente a Antonio Cánovas por la iniciativa del evento. Expresó, asimismo, la alegría de contar con la presencia del profesor Roberto Fresco, cuya maestría prometía el privilegio de disfrutar de un repertorio de calidad y calidez.

La identidad singular del santuario: lo mágico, lo telúrico y lo sagrado

La conferencia pretendía encuadrar la identidad del santuario, sus rasgos definitorios y los aspectos que lo han convertido en un principal foco de atracción. Cánovas Mulero enfatizó que en este entorno confluyen lo mágico, lo telúrico y, sobre todo, lo sagrado:

  • Lo mágico reside en el paisaje que cautiva y fascina.

  • Lo telúrico se manifiesta en la energía y fuerza que irradia esta tierra, la cual serena el espíritu e infunde vitalidad en la debilidad humana.

  • Lo sagrado está determinado por la intervención benefactora de Santa Eulalia, referente de fervor, devoción, fe, esperanza, acogida y protección.

Este espacio bendecido conjuga naturaleza y agua, formando lo que se conoce como hierofanía, donde se sigue manifestando lo divino y se le otorga un valor añadido. El Santuario de Santa Eulalia se ofrece como un espacio de singular atractivo que invita a la contemplación y al encuentro con lo mistérico.

Cánovas ilustró este amor por el lugar citando al poeta totanero Emilio Mora, quien en 1888 publicó en La Voz de Totana una poesía dedicada al santuario:

«En un vallecico alegre y risueño, poblado de multa lentisco y romero, que sirve de alfombra al pino soberbio, se eleva la ermita que alberga en su seno a la inclineulia, excelsa patrona del pueblo».
El poeta añadía que en su puro ambiente y en su fértil suelo «alivio a sus males encuentra el enfermo», y el alma siente «nostalgia de gozo que no son terrenos».

Historia y arte: de la Orden de Santiago al legado de Mérida

El ponente recordó la antigua vinculación del santuario con la Orden Militar de Santiago desde la Edad Media. Ya en el siglo XV, documentos refieren que un ermitaño llamado Alonso de Murcia cuidaba del lugar y repartía vino por caridad a quienes se acercaban. Tras la Reconquista y el asentamiento de la población en el Valle, el concejo decidió en 1573 impulsar la devoción y recuperar el espacio físico del santuario.

Entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII se construyeron infraestructuras clave. En este periodo se concluyó el ciclo pictórico en 1624, compuesto por 73 escenas (16 en el coro y el resto en las naves laterales). Este conjunto tenía un importante carácter pedagógico e informativo sobre los misterios de la fe, sirviendo como auténtica lección catequética, ya que el santuario habitualmente no disponía de capellán.

En la parte posterior de la tribuna se halla el Panel de los Milagros, un espacio «significativo y elocuente» que contiene una continuidad de exvotos que elogian y ponen de relieve el poder sanador de Santa Eulalia, informando a los vecinos de su amparo y protección.

La nave está cerrada por un artesonado mudéjar datado en la década de 1580, realizado por carpinteros lorquinos que seguían la escuela de Esteban Riberón. Es una reproducción a pequeña escala de la estructura del templo parroquial de Santiago. Suspendido sobre la nave se encuentra un barco votivo, elaborado en paja de arroz entre 1770 y 1840, reproducción de una embarcación medieval conocida como coca. Este exvoto de gratitud es el único que se conserva de los muchos que, según las crónicas, existieron antaño.

El presbiterio se abrió en el siglo XVII, tras la apertura del arco toral en 1681. En dicho arco trabajó el pintor Francisco Heredia, quien representó a San Ramón Nonato y a San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, dedicada a la redención de cautivos. El retablo del presbiterio, de estilo barroco, fue obra de Jerónimo Caballero, natural de Huéscar (Granada).

El Camarín, que alberga la imagen de Santa Eulalia, se construyó hacia 1730 bajo la dirección de Silvestre Martínez Teruel, personaje polifacético a quien el consejo municipal describía como «hábil en todo género de menestería». Diseñó la conducción del acueducto de La Carrasca, fundió campanas, pintó, talló y cuidó del reloj de la villa. La decoración del Camarín narra la vida, martirio y glorificación de Santa Eulalia.

Finalmente, Cánovas conectó la devoción totanera con la trascendencia del testimonio de Santa Eulalia de Mérida. Mencionó la réplica de una lauda del siglo VII que se exhibe en el museo del santuario, regalo de los «hermanos emeritenses». La lauda original, conservada en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, contiene la inscripción:

«Esta casa tuya por derecho posee pacíficamente mártir Eulalia, para que sabiéndolo el enemigo se aleje confuso y así esta casa con sus habitantes, favoreciéndolos tú, prospere».

La música, el órgano y el arraigo musical de Totana

Cánovas situó el contexto del santuario subrayando la importancia de la música, esencial para embellecer la liturgia católica desde el Concilio de Trento (siglo XVI) hasta el Concilio Vaticano II (siglo XX), junto al canto gregoriano y el órgano.

Las iglesias importantes, como la de Santiago en Totana, disponían de maestros de capilla, organistas, ministriles y cantores de coro. Aunque no se tiene constancia de que el santuario contara con personal adscrito al canto, sí poseía la pieza del órgano, que esa tarde se «despertaba del letargo» para permitir un encuentro íntimo con sus acordes.

Es verosímil —señaló el ponente— que los músicos del templo de Santiago subieran al santuario para acompañar las principales celebraciones festivas: el 10 de diciembre (onomástica de Santa Eulalia) y el 15 de agosto (Asunción de la Virgen). Hasta el año 1777, Santa Eulalia no bajaba a Totana; eran el concejo y el pueblo quienes subían al santuario. La imagen solo descendía en romería con motivo de epidemias o rogativas pidiendo lluvia, frecuentes en el difícil siglo XV.

Cánovas mencionó un estudio de Pedro Gómez Martínez (profesor del Conservatorio de Murcia) y Pedro Medina (del grupo Albardín), publicado en Cuadernos de la Santa, en el que se destaca una pintura de la nave lateral, a la altura de San Juan, San Pedro y San Pablo, donde aparecen dos ángeles tañendo un laúd y un arpa.

El arraigo musical de Totana es antiguo y profundo:

  • En 1550 ya se pagaba a un organista para acompañar los oficios litúrgicos, incluso antes de construirse el templo de Santiago.

  • En 1583 se encargó al clérigo Alonso de Sandoval no solo oficiar actos litúrgicos, sino también enseñar canto y lección a los hijos de la villa.

  • En la década de 1670 se construyó el coro bajo, con una sillería y un órgano situado en las primeras columnas de entrada, desmontado durante la Guerra Civil.

Un reflejo de esta tradición es el Manuscrito de Polifonía de Totana, rescatado en 2017 por Jorge Losana, restaurado por la Comunidad Autónoma y cuyas partituras se estrenaron en 2020. Incluye composiciones de músicos renacentistas —principalmente andaluces— y de dos compositores murcianos: Tadeo Tolnel (de Alhama) y Francisco García.

El valor de las tradiciones y su transmisión

Cánovas Mulero concluyó su intervención con una reflexión basada en una advertencia de Moisés al pueblo hebreo, tomada del Deuteronomio:

«Guárdate de olvidar las cosas que han visto tus ojos, consérvalas en el corazón mientras vivas, cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».

Este ruego busca que todos asuman la misión de transmitir a los jóvenes la importancia de las tradiciones, no con nostalgia, sino como reconocimiento al esfuerzo de nuestros mayores. Su objetivo es honrar a quienes, en épocas de grandes dificultades, supieron mantener vivo el testigo de la cultura, la fe, la solidaridad y la vecindad.

Finalmente, apeló al valor de la proximidad humana, animando a desterrar el egoísmo y la incomprensión en nuestras relaciones, y agradeció la presencia de los asistentes, deseándoles que disfrutaran del concierto del profesor Roberto Fresco.

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