Manu Pineda participa en un acto por Palestina en Totana denunciando el genocidio y la complicidad internacional

El ex eurodiputado de Izquierda Unida y el Partido Comunista comparte un ciclo de reflexión en el Centro Cultural y Obrero, convocando a una movilización ineludible

Manu Pineda, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de España (PCE) y responsable de Solidaridad Internacional de Izquierda Unida Federal, visitó Totana como parte de un ciclo de actos por Palestina en la Región de Murcia, con paradas en Molina de Segura y Murcia capital. El acto fue organizado por Izquierda Unida Región de Murcia y el Partido Comunista de la Región de Murcia, con la colaboración de Ganar Totana Izquierda Unida, el Colectivo Palestina Libre de Totana y el Centro Cultural y Obrero.

El encuentro tuvo lugar en la sede del Centro Cultural y Obrero, un espacio que Pedro José, coordinador de Ganar Totana IU, definió como hogar de coherencia y dignidad. Subrayó el simbolismo de convertir este lugar en foro para reflexionar sobre el genocidio palestino, recordando que la violencia sistemática contra este pueblo supera el marco mediático reciente.

Un activista internacionalista con conocimiento de primera mano

De origen malagueño, trabajador de Renfe y sindicalista de CCOO, Pineda fue presentado como un internacionalista comprometido con la justicia y los derechos humanos. Residió años en la Franja de Gaza como brigadista, experiencia que, según explicó, le permite comprender el conflicto más allá de los titulares. Fue diputado en el Parlamento Europeo y presidió la delegación para las relaciones con Palestina hasta 2024, donde defendió la causa en momentos de gran soledad política. Recordó que llegó a ser tildado de “terrorista” por denunciar la ocupación israelí y la masacre en Gaza. Asimismo, ha acudido a la Corte Penal Internacional como demandante por crímenes contra la humanidad y genocidio.

Raíces históricas del genocidio y el proyecto del gran Israel

Pineda insistió en que la violencia no comenzó el 7 de octubre ni en 1948, sino a finales del siglo XIX. En el primer Congreso Sionista de Basilea (1897) se diseñaron teorías colonizadoras que incluían la compra de tierras y la expulsión de la población autóctona. Explicó que la bandera israelí, además de la Estrella de David, incorpora dos franjas interpretadas como símbolos de los ríos Éufrates y Nilo, expresión de la aspiración territorial del llamado “gran Israel”, que abarcaría desde Irak hasta Egipto, incluyendo Siria, Líbano, Chipre y parte de Turquía.

Recordó que los ataques no afectan solo a Gaza: Israel mantiene ocupadas cinco colinas en el sur del Líbano, bombardea con frecuencia Beirut y Sidón y opera con total impunidad en Siria, donde —según dijo— la caída del gobierno opositor a Israel ha favorecido el avance sionista. También denunció que incluso bajo el supuesto alto el fuego continúan los bombardeos intensos en el norte, centro y sur de Gaza, especialmente mortíferos para la población infantil.

El punto de inflexión en las movilizaciones: el hambre como arma

Pineda relató que, tras el 7 de octubre, las movilizaciones estaban protagonizadas por sectores politizados. Sin embargo, la situación cambió cuando Israel intensificó el bloqueo total a la Franja, impidiendo la entrada de alimentos, agua, medicinas y carburante. La ONU declaró oficialmente la hambruna, la primera vez fuera del continente africano, lo que provocó un impacto emocional masivo.

Explicó los dos efectos que producen las imágenes crudas enviadas por las propias víctimas: la depresión —que inmoviliza— y la normalización, que lleva a asumir la barbarie como inevitable. Ambos fenómenos, señaló, obstaculizan la movilización, aunque finalmente la muerte de niños por hambre y sed empujó a muchas personas no politizadas a rechazar la propaganda que presentaba a Israel como la única democracia de Oriente Medio.

Creció así la fuerza de la calle, visible en acciones como la protesta contra la participación de Israel en Eurovisión y especialmente en la Vuelta Ciclista a España, cuya última etapa ni siquiera pudo llegar a Madrid por la magnitud de la movilización ciudadana.

La Flotilla de la Libertad y el “acuerdo” inaceptable

Uno de los momentos más destacados fue la Global Freedom Flotilla, la mayor de la historia: cerca de 50 barcos y 500 activistas de 44 países, seleccionados entre 30.000 solicitudes, con figuras como Greta Thunberg, Susan Sarandon o Ada Colau. Pineda afirmó que esto es lo que deberían estar haciendo los gobiernos: enviar cargamentos de ayuda humanitaria escoltados por la armada. El secuestro de los barcos por Israel desató manifestaciones masivas sin precedentes en Madrid y Barcelona.

Consideró que las movilizaciones decayeron cuando se difundió la propuesta de alto el fuego impulsada por Donald Trump. Pero, analizada en detalle, aseguró que no es un acuerdo: no fue negociado por los palestinos y propone que Israel controle el 53% de la Franja, dejando a la población palestina confinada en el 47% restante, sin reconstrucción y en tiendas de campaña, con el objetivo —dijo— de expulsarla definitivamente.

El plan prevé una autoridad dirigida por Trump, su yerno Jared Kushner y Tony Blair, figuras “absolutamente parciales”. Además, la fuerza internacional contemplada no tendría como objetivo expulsar a Israel ni garantizar la entrada de ayuda, sino desarmar a la resistencia palestina, contradiciendo la resolución 3070/73 de la ONU, que reconoce el derecho de los pueblos ocupados a resistir incluso por vía armada.

Exigencias al gobierno de España y el llamado a la movilización

Pineda reconoció que España está entre los países con mayor iniciativa diplomática, algo que —según contó— se valora en el mundo árabe. Pero considera que las medidas aprobadas son insuficientes. Destacó las limitaciones del reciente Real Decreto Ley: el embargo de armas incluye una excepción por “seguridad nacional” que podría vaciarlo de contenido, y no se han habilitado mecanismos eficaces de inspección en puertos como el de Cartagena.

Izquierda Unida y el PCE negocian una proposición no de ley que incluya el décimo punto decisivo: la ruptura total de relaciones diplomáticas, comerciales, financieras, académicas y de inteligencia militar con Israel, además de la expulsión inmediata de su misión diplomática. Exigen también que España solicite la convocatoria urgente de la Asamblea General de la ONU para abordar dos acciones:

  1. El envío de una fuerza internacional cuyo objetivo sea expulsar a las fuerzas de ocupación, poner fin a la ocupación de Gaza y garantizar la entrada de los suministros necesarios, ante el incumplimiento israelí del alto el fuego y la entrada de menos de 100 camiones diarios frente a los 600 comprometidos.

  2. La suspensión temporal de la membresía de Israel en la Asamblea General, único mecanismo para sortear el veto constante de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad.

Pineda insistió en que para avanzar en estas medidas hace falta un nivel de movilización mucho mayor. Defendió reactivar el BDS (boicot, desinversión y sanciones), promover mociones municipales y formas creativas de protesta, como actividades simbólicas impulsadas por asociaciones locales.

Concluyó apelando a la responsabilidad histórica: nadie podrá alegar ignorancia sobre lo que ocurre en Palestina. “Lo importante —dijo— es poder decir a futuras generaciones que hicimos lo que pudimos y estuvimos del lado correcto”.

Reflexiones adicionales sobre el papel de EE. UU. y el racismo

En el turno de palabra se subrayó que Israel no podría mantener su estrategia sin el apoyo de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, que ya en 1948 impulsaron su creación como enclave estratégico. También se señaló que admitir que se trata de un genocidio sigue costando a parte de la sociedad, algo que Pineda relacionó tanto con intereses económicos como con racismo e islamofobia. Comparó el sistema de apartheid en Cisjordania con prácticas segregacionistas vigentes en Estados Unidos hace apenas 80 años. Reiteró que el sionismo es una ideología supremacista de carácter político, no religioso, y que los palestinos no pueden seguir pagando la culpa histórica de Alemania por el Holocausto.

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