"Vivir en estado de alarma"

El miedo está siempre presente en nuestras vidas. Eso es algo que todos sabemos muy bien, y mucho más, si cabe, en estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir.

Como psicóloga, os puedo asegurar que, si tuviera que resumir con una sola palabra todos los casos que trato en consulta, la palabra sería MIEDO. Pero ¿qué es el miedo? ¿Tan malo es como para verlo como un auténtico enemigo?

De manera muy sencilla, se podría decir que el miedo es la reacción que se produce ante un peligro real. Bueno, visto así, no parece tan malo. En realidad, este miedo natural está en todos los seres vivos, forma parte de nuestro instinto de supervivencia, y sin él estaríamos perdidos. Descubrimos así que existe un "miedo bueno" cuyo deseo es el de salvarnos y protegernos.

Pero ¿cuántas veces nuestra reacción es totalmente desproporcionada a la situación que estamos viviendo? ¿Cuántas veces nos vemos desbordados por la ansiedad sólo con imaginar o pensar en algo que todavía no hemos vivido? ¿Cuántas veces nos hemos anticipado con nuestro pensamiento, y el sufrimiento se ha apoderado de nosotros?

Con estas preguntas es más fácil hacernos conscientes de que el miedo, que en su origen es bueno, lo convertimos nosotros mismos en un enemigo del que, por desgracia, es muy difícil desprenderse.

Recuerdo con cariño lo que en una ocasión me dijo una madre delante de su niña para hacerle saber a qué venía a mi consulta y transmitirle así tranquilidad: "Me han dicho que tú curas los miedos". Me cautivó esa definición de psicólogo, es simplemente perfecta. Y, aprovechando la oportunidad que Totana.com me ofrece de escribir un artículo, qué mejor que hacerlo con el objetivo de ayudar a quien lo lea a iniciarse en el proceso de curación de sus propios miedos y, al mismo tiempo, dar pautas a padres, madres y educadores para que a su vez puedan ayudar también a nuestros menores a superar sus miedos. Vamos a ello.

Al igual que se protege una vivienda, un negocio o un vehículo con un sistema de alarma para evitar que entren los ladrones, del mismo modo nuestra mente está preparada para avisarnos en caso de peligro. Una especie de alarma resuena en nuestro interior con el fin de alertarnos de cualquier situación inminente, real y presente, que debemos evitar, buscar una solución o, directamente, escapar de ella.

Cuando la instalación está correcta, todo funciona de manera perfecta, vivimos tranquilos, seguros y confiados, sabemos que podemos ir controlando las situaciones adversas que se nos vayan presentando en la vida. Pero si la instalación no ha sido revisada y está estropeada, una pequeña vibración hará saltar la alarma en cualquier momento sin importar si existe o no el peligro. Y esto es precisamente lo que ocurre con el "miedo malo", que activa todo el sistema de alarma, produciendo un exceso de ansiedad repentino, sin que el peligro sea real y sólo cuando es nuestra imaginación la que lo fabrica. Por ello, es imprescindible asegurarnos de que nuestra alarma cumple los requisitos necesarios para poder vivir seguros y, al mismo tiempo, tranquilos.

Siguiendo con este ejemplo, podemos fijarnos en la gran cantidad de pequeños rótulos que se colocan en viviendas y negocios informando de que disponen de "alarma" y, con el fin de disuadir aún más a los intrusos, añade una nota que dice: "con aviso inmediato a policía". Es fácil adivinar que, si no fuera así, una sirena por sí sola no serviría para ahuyentar al ladrón. Y en nosotros lo vemos de igual manera: por mucho ruido que haga nuestra alarma, por mucho que nos angustiemos, no podemos alejar al miedo malo que, como un ladrón, se ha metido en nuestra mente y nos está robando uno de nuestros mayores tesoros: la ilusión.

El "miedo bueno" lo sabe muy bien. Él también tiene un rótulo de alarma en el que nos advierte que, cuando suene, tenemos que "avisar de inmediato a la INTELIGENCIA". Y esta es precisamente la primera clave importante para tener a punto nuestro sistema de alerta: para solucionar nuestros miedos, es imprescindible aprender a "racionalizar" nuestros pensamientos, pasarlos por la razón. Sólo así podremos ver la realidad del tamaño que es, sin dar permiso a la imaginación negativa para fabricar los dramas con los que tanto le gusta hacernos sufrir.

Cuando la emoción del miedo nos invade, tenemos que escuchar siempre a nuestra inteligencia. Ella siempre nos habla de sensatez, prudencia y responsabilidad. Nos dice que, si nos sentimos mal, lo más sabio que podemos hacer es pedir ayuda a otra persona o a un profesional. Nos abrazará y nos señalará el punto exacto en el que vivimos: HOY, nuestro bendito presente.

Y cuando la ansiedad que deja el rastro del miedo nos ahogue, la mejor medicina es entrenarse a diario en técnicas de respiración diafragmática y relajación, y aprender a salivar de manera voluntaria y correcta, disminuyendo así también los altos niveles de adrenalina.

También disponemos de excelentes antídotos contra el mal del miedo: el amor, la risa, la gratitud, la música, el deporte, los amigos, la creatividad… ¡Tómalos a dosis muy altas!

Miedo, no; PRUDENCIA, toda.

Aurelia García
Psicóloga, maestra y logopeda

 

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