Agustín Sarabia (i) y Roque Murcia (d)

Compañero del alma. Demasiado temprano

Cómo me duele compañero haberte perdido. Siento rabia de que te fueras tan temprano. Han pasado semanas y mi cabeza se niega a aceptarlo. Se rebela contra la dura realidad de que nos dejaras tan pronto y como lo hiciste.

Cuánto me duele que vayan pasando los días y no soy capaz de expresar con palabras mis sentimientos.

Cuánto daría por ser capaz de ordenar palabras que, aunque fuera pobremente, dijeran cuánto te queríamos y transmitieran lo compañero del alma que eras nuestro.

Pero, aunque me duela el miedo, a no estar mínimamente a la altura que tú te mereces, me duele más que tú pienses que soy un cobarde, y que tu gran persona no tenga unas pobres palabras mías. Aunque no estén todo lo bien puestas que tú mereces y yo querría.

Cuánto me duele compañero aceptar que ya no discutiremos en las reuniones de tu Cofradía del Resucitado: de los kilos de caramelos que se reparten en la procesión, de las flores que llevan los tronos, de la cantidad de postales de la Virgen de la Alegría y del Resucitado que se dan a la gente, de los recorridos y de tantas y tantas cosas. Tú siempre; muchos caramelos, muchas postales, muchas flores y, por supuesto, los recorridos ni tocarlos, y yo, casi siempre lo contrario. Tú sin querer escatimar nada para hacer más preciosa la procesión y yo queriendo ahorrar para incrementar el patrimonio.

Qué suerte hemos tenido compañero por tener un amigo como tú con el que siempre las diferencias han estado en lo superficial y las coincidencias en lo nuclear. Con el que después de cada debate, nos hemos puesto de acuerdo, nos hemos abrazado y hemos trabajado codo con codo.

Cuánto me duele compañero, mucho más en estos días, pensar que ya nunca estarás con nosotros la tarde del Sábado de Pasión, cuando recibamos a los nuevos Hermanos de la Cofradía de Jesús Resucitado, no estarás con nosotros poniendo las pancartas en la Torre, sacando el manto de la Virgen de la Alegría, cuando llevemos al Resucitado y la Virgen a la sede, cuando los pongamos en sus tronos, cuando hagamos tantas y tantas cosas, que siempre hacíamos contigo.

Cuánto me alegra compañero, tantos y tantos recuerdos felices, que los treinta años compartidos en la Cofradía de Jesús Resucitado nos han proporcionado, no voy a negar los celos que me provocaba tu gran devoción por Jesús Nazareno, pensando siempre que estaba un pequeño paso por delante de Jesús Resucitado.

Cuánto me alegran compañero, los recuerdos de aquellos lejanos principios de la década de 1990. Aquellas primeras reuniones para crear la Cofradía de Jesús Resucitado. Cuando aquel reducido grupo decidió que la Semana Santa de Totana tendría una procesión del Resucitado.

Cuánto me alegra compañero el recuerdo de aquel 19 de abril de 1991 cuando se constituyó la Cofradía de Jesús Resucitado y la Virgen de la Alegría y todo lo que ocurrió durante el año justo que tuvimos para conseguir lo mínimo imprescindible para sacar la primera procesión el 19 de abril de 1992, y lo que vivimos aquella preciosa mañana en la que dirigías la procesión y una multitud se apiñaba en la Plaza y no dejaba espacio para que entraran los tronos y realizar el Encuentro. Me buscabas nervioso, pero inmensamente feliz, para que te ayudara con el problema. Bendito problema, la respuesta que dieron nuestros vecinos al trabajo de aquel maravilloso grupo, en el que tanto y tan bien trabajaste.

Y cuánto me alegra compañero la certeza de saber que no solo estarás siempre en el recuerdo de tus cinco mujeres y tus dos yernos que eran como hijos. También estarás en el de la gran cantidad de amigos a los que nos ganaste con tu personalidad. Seremos muchos los que siempre te tendremos con nosotros, te recordaremos cuando estemos en tus Cofradías y diremos “Si estuviera Agustín Sarabia”.

Roque Murcia Crespo

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