Don Cristóbal Guerrero. In memoriam

He vivido momentos emocionantes en la Iglesia de Santiago el Mayor, durante mi vida y conservo recuerdos muy gratos desde que era un niño y ejercía de monaguillo, observando las ceremonias.

Pero el martes fue algo especial, cuando vi alejarse el féretro de Don Cristóbal Guerrero, entre aplausos, escuchando al magnífico Coro, en una comitiva de sacerdotes, encabezados por el Obispo Auxiliar de la Diócesis, rindiendo el último homenaje al finalizar las exequias por un sacerdote y hombre singular.

Cristóbal ha fallecido a los 93 años, con sus facultades intactas y sus bromas o filosofía de la vida. "El cielo se ha modernizado y San Pedro ya no tiene las llaves. Ahora, el cielo funciona como un hotel y San Pedro lo que reparte son las tarjetas de las habitaciones..." le comentaba a Francis, el Párroco, pocas horas antes de morir.

Yo recuerdo cuando Cristóbal se ordenó sacerdote (6 años tendría) y en mi casa fue un acontecimiento porque era amigo de mi padre desde niños. Tuvo una vocación tardía y se fue al Seminario tras licenciarse del Servicio Militar.

Su trayectoria es digna de admiración. 25 años en Archena donde le nombraron Hijo Adoptivo y al jubilarse, como Capellán de La Santa, además de seguir incansable en su labor y compromiso con Dios.

Ese compromiso serio y solemne que mezclaba con las bromas y el buen humor. "Con los curas y con los gatos, poco trato". O en alguna ocasión cuando le he pedido recomendación en el cielo porque "yo he soy una oveja descarriada...", siempre me respondía que la entrada o no en el cielo no dependía de las veces que fuésemos a misa.

Al ver alejarse por el pasillo de la Iglesia a Cristóbal, es como si viese alejarse por segunda vez a mi padre, su amigo de toda una vida. Alejarse una generación de hombres que lo pasaron muy mal en la guerra y post guerra pero que disfrutaban con las guitarras, las fiestas, el trabajo en el campo y Cristóbal era el líder único del Grupo que se marcha casi el último.

Se alejaba en la salida del templo, el último de aquella generación que eran nuestro parapeto ante la muerte. Ya no quedan para protegernos porque la Ley de la vida es así y los próximos somos nosotros por años que pasen.

Cristóbal sabía que yo soy agnóstico, pero espero de corazón que esté en el cielo y ya le hayan dado la tarjeta para vivir esa vida eterna. También su encuentro con sus amigos y tanta gente que lo quería en vida. Se que le dirá a su amigo Diego las cosas que han pasado desde que se marchó hace años y le contará de su hijo.

Juan José Cánovas

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