El pasado viernes ocupé una parte de mi tiempo en ver por televisión el debate entre los candidatos a la alcaldía de Totana. No tenía grandes expectativas porque ya he visto otros en el pasado y sobre todo porque creo que ya conozco la capacidad e inquietudes de quienes, por otro lado (y eso es de admirar), se exponen ante su pueblo, entiendo que con la mejor intención.
Pero con la intención no basta. También hace falta un poco, un mínimo al menos, de coherencia en el discurso, de discurso en sí mismo, de programa, de locuacidad en la oratoria, de dignidad...
El tema más recurrente, como por otro lado no podía ser de otro modo, fue la deuda asfixiante a la que estamos sometidos y que condiciona, cuando no impide, cualquier amago de iniciativa que cueste dinero. Y es evidente que esta deuda, que no es que no se vaya a amortizar en unos pocos años, sino que trascenderá a todas las generaciones que ahora vivimos aquí y votaremos en unos días, fue acumulada de un modo abyecto, irresponsable y estúpido por sucesivos equipos de gobierno de un mismo partido político en poco más de una década. Esta circunstancia no se puede obviar, Si así se hiciere, cualquiera que considere esta opción estaría siendo cómplice y corresponsable de la época más negra de nuestra historia, al menos desde que tenemos una democracia que nos articula como pueblo y nos permite contrastar nuestras opiniones.
Aparte de lo anterior, que realmente es lo único fundamental, y que se banaliza hasta la indecencia por parte de una buena parte de los grupos haciendo corresponsables a TODOS por igual, no hay mucho más que rescatar.
Si acaso la abnegación, la discreción y la honradez de algunos políticos para intentar llenar de arena la albufera ficticia e infinita (como en la novela de Blasco Ibáñez) que supone el pozo sin fondo de nuestras raquíticas arcas, para intentar que los servicios se resientan lo mínimo posible ante tamaño atropello al que ha sido sometidas, y que con mayor o menor fortuna, intentan llevar a cabo cada día..
Pedro Antonio Cano