La visita a los Monumentos de los Oficios de Semana Santa

Hace ya cerca dos mil años, cierto personaje dijo una frase de las que, por su contenido y significado, perduran a lo largo de la historia: “Lo escrito, escrito está” (Jn.19, 22). Y eso es lo que quiero hacer a través de este breve artículo, volviendo a traer al presente (pues también hice mención en mi Pregón de Semana Santa en el año 2011), tradiciones de Totana de otras épocas, vinculadas con la celebración de los Oficios de Semana Santa. Algunas de ellas, dentro del dinamismo propio del tiempo de Cuaresma, se han ido reconfigurando con el paso de los años, aunque conservando intacta su esencia y su significado.

Tradiciones “desaparecidas” de Jueves Santo y Viernes Santo en Totana: La visita a las “Siete Iglesias”

En nuestra ciudad de Totana, hasta las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, existió una costumbre popular que, aunque ha desaparecido en su forma de antaño, como veremos a continuación, perdura en parte al haberse adaptado a los requerimientos litúrgicos.

Concretamente, esta costumbre estaba relacionada con una antigua tradición nacida en Roma en el siglo XVI (la cual fue iniciada por San Felipe Neri como una forma de unirse a Jesucristo en su Pasión) y consistía en visitar las iglesias y capillas de Totana, en las que -tras los Oficios del Jueves Santo, y el Viernes Santo hasta la hora de la celebración de la Pasión-, se ponían los llamados Monumentos.

Esta tradición consistía en realizar un recorrido por los lugares en los que se había creado el Monumento, es decir, los lugares en donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento.

La tradición romana, hablaba de la visita a las Siete Iglesias”, número que tenía su origen en el recuerdo de los traslados a los que obligaron a Jesús, desde que fue capturado en el Huerto de los Olivos, hasta que murió en el Calvario:

  1. Captura en Getsemaní;
  2. el Huerto de los Olivos a la casa de Anás;
  3. de la casa de Anás a la casa de Caifás;
  4. de la casa de Caifás al Pretorio de Poncio Pilato;
  5. del Pretorio ante el rey Herodes;
  6. de Herodes nuevamente ante Pilato;
  7. y finalmente, el Vía Crucis.

En Totana el trayecto que realizaban los devotos pasaba por:

  • la Capilla de la Milagrosa;
  • por la casa-convento de las Siervas de Jesús (lugar que ya no existe y que se ubicaba en la C/ Mayor Sevilla);
  • por la iglesia de Santiago;
  • y por la iglesia de las Tres Avemarías.

De los visitantes a estos Monumentos, destacaban por su especial devoción y por su característica vestimenta de dolor negro, las Manolas que, a modo de cortejo fúnebre y recordando a las mujeres discípulas de Jesús, hacían el piadoso recorrido en actitud orante y reflexiva.

Los totaneros mayores que todavía los conservan en su recuerdo, destacan los múltiples detalles que se empleaban, y el esmero que se ponía en la elaboración de los Monumentos. Como en esos años casi no había flores ornamentales, los encargados las manufacturaban con papeles de diversos colores, formando con ellas: elegantes ramos, decorativas arcadas y llamativas columnas floreadas.

A partir de los años ’70, se empezaron a usar flores naturales, sobre todo claveles. Estos fueron sustituyendo las flores de papel de los Monumentos, y las de plástico de los tronos.

La visita a los Monumentos de los Oficios.

Como decía anteriormente, aunque la tradición de antaño no haya perdurado como tal, hoy seguimos visitando los Monumentos en nuestra Parroquias, los cuales quedan instalados al acabar los Oficios de Jueves Santo, y se retiran al concluir la celebración de los Oficios de Viernes Santo.

En la capilla del Santísimo en nuestras dos Parroquias, se deposita el Santísimo Sacramento en el interior del tabernáculo (Sagrario), y se erige un monumento en el que solemnemente se expone la Eucaristía en señal de acción de gracias a Jesús por su amor al mundo, y por habernos redimido del pecado. Este Monumento queda erigido al finalizar los Oficios de Jueves Santo.

Podemos definir estos monumentos como “efímeros”, pues se erigen para cada año, y sólo por el corto espacio de tiempo que transcurre entre la tarde del Jueves Santo y la del Viernes Santo.

Para todo cristiano en general, y para todo nazareno en particular, las visitas a los Monumentos son especialmente importantes, pues son como un gesto con el que expresamos nuestro amor y gratitud hacia Jesús.

Al hallarnos frente al Monumento, nos arrodillamos ante la Eucaristía y:

  • Lo adoramos y le damos gracias por el don de la Eucaristía y del Sacerdocio, que instituyó en la noche del primer Jueves Santo.
  • Lo acompañamos en su soledad y sufrimiento en el Huerto de Getsemaní, y también en los ultrajes que sufrió en casa de Anás, de Caifás, de Herodes y de Pilato, hasta culminar en el Calvario y el silencio del Sepulcro.
  • Le damos gracias por haber sufrido su Pasión para redimirnos a todos.

¿Debemos visitar más de un Monumento?

Una de las características de las celebraciones cristianas, es la de su aspecto comunitario. De ahí que si tenemos ocasión de visitar más de una iglesia en la noche del Jueves Santo -como si de una peregrinación espiritual se tratase-, también estaremos contribuyendo al fortalecimiento de nuestra Fe y al sentido de pertenencia a la Iglesia.

Si podemos visitar más de un Monumento, podremos fijarnos que cada iglesia decora su Monumento de forma distinta, pero esa no es su esencia, sino la de que todos los Monumentos se erigen con un mismo fin: honrar la presencia de Cristo en la Eucaristía. En el silencio contemplativo ante el Monumento, los creyentes sentimos la unidad de la Fe a través de la belleza y la creatividad de cada comunidad, lo cual nos da testimonio de la riqueza litúrgica y cultural de nuestra Iglesia.

Y aunque no es obligatorio visitar más de un Monumento, esta es una tradición -que me atrevo a sugerir como recomendable-, que nos une como hermanos en Cristo, nos brinda una ocasión especial para profundizar en el misterio de la Fe, y nos invita a caminar juntos en oración y en silencio, hacia el misterio de la Pascua de Resurrección.

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