El pasado nueve de junio, Dolores Lario presentaba en el Teatro Ginés Rosa de Totana su primera novela, que lleva por título «Imaginaria». En el acto, organizado con sensibilidad y delicadeza, despojado de artificio y ceñido de cálida naturalidad, la autora compartió con los asistentes el proceso creativo que ha seguido para dar forma a esta composición, las fuentes de inspiración que han alimentado la firmeza de su trabajo, así como la imprescindible y necesaria disciplina que le ha ayudado a dar consistencia a este reto. Indudablemente, son estos fundamentos obligados para sostener la solidez de una propuesta narrativa y literaria que, en el caso que nos ocupa, sorprende tanto por el lenguaje transparente y lúcido que la recorre, como por lo cautivador y sugerente de su discurso. A pesar de ello, este entramado es tan solo la veladura de un trasfondo en el que se vislumbran los pilares de una observación inteligente y lúcida de las experiencias y de una profunda curiosidad, en la escucha atenta de la tradición oral, pero, además, la aguda visión de una persona que analiza con mirada comprensiva, pero no exenta de crítica, las actitudes y noblezas, las angustias y fobias, las pasiones y codicias que caracterizan al ser humano.
Dolores Lario conjuga con destreza estas esencias, enmarcando los acontecimientos, transitando por los espacios sagrados, los rituales, las prácticas, las inquietudes y anhelos de sus gentes, de tal modo que es posible escuchar en los relatos que integran esta novela el sonido de la existencia, de este tiempo que nos vincula, pero también de ese otro que enhebra la historia y que, a veces, idealizado, no siempre estuvo modulado por la equidad, por la justicia, por el respeto…
Las diferentes perspectivas que conforman el caleidoscopio de Imaginaria están envueltas en episodios, entornos, encuadres… que responden a vivencias y pálpitos propios de una población que podríamos identificar con Totana, como también con hechos y protagonistas, con dramas y contingencias, que bullen en este escenario. Sin embargo, la amplitud de sus revelaciones escapa a lo puramente concreto, pues lo genérico y universal de itinerarios y ademanes que su autora pone de relieve, analizando con maestría, se han repetido y vienen repitiéndose a lo largo de siglos en amplios lugares del planeta.
Imaginaria es una ficción que brota impregnada de veracidad, pero en los trazos que entretejen sus argumentos, diversos y atractivos, se percibe lo fascinante, lo onírico como atributo del caminar de sus habitantes. En esas andanzas, lo mágico acompaña al lector al encuentro con situaciones que seducen e interpelan.
Transmitir la enhorabuena a Dolores requiere también expresar reconocimiento y gratitud, a la vez que manifestar apoyo para que el itinerario que se abre con esta impresionante publicación continúe enriqueciendo el patrimonio creativo y cultural.
Juan Cánovas Mulero