El Centro Cultural y Obrero de Totana acogió una rueda de prensa que ha revelado un capítulo hasta ahora oculto de la historia reciente de la localidad. El evento contó con la presencia de Rodolphe Pin, autor del libro Recuerdo de España, basado en el diario que escribió su abuelo, Marcel Pin, durante su reclusión en la prisión central de Totana en 1943.
La presentación no solo sirvió para dar a conocer este testimonio literario único, sino también para anunciar un hallazgo histórico: pintadas originales realizadas por presos aliados en las paredes del antiguo convento de Capuchinos. Frases como “Viva de Gaulle”, “Vive la France” y la Cruz de Lorena, símbolo de la resistencia francesa, aún pueden leerse en el lugar donde funcionó la prisión.
Según explicó Alfonso Cayuela, el convento funcionó como prisión entre marzo y octubre de 1943, albergando a 571 presos extranjeros —mayoritariamente franceses, pero también polacos, holandeses y un estadounidense— que huían de la Francia ocupada tras haber sido reclutados a la fuerza por los nazis para trabajar en el Muro del Atlántico. Cruzaron los Pirineos y fueron detenidos en Elizondo por la Guardia Civil, antes de ser trasladados a Pamplona y luego a Totana.
El abuelo de Rodolphe llegó a Totana el 4 de mayo de 1943, tras un viaje en tren de tres días desde Pamplona, y partió el 17 de octubre del mismo año. En su diario, describe las condiciones de vida extremadamente duras: comida en mal estado, escasez de agua, infestaciones de ratas, chinches y piojos, y frecuentes enfermedades como diarrea, disentería y sarna. Tres presos extranjeros murieron durante su estancia —dos franceses y un estadounidense— y fueron enterrados en el cementerio de Totana.
Pese a todo, los presos extranjeros se consideraban “algo privilegiados” respecto a los españoles, ya que recibían una paga semanal (o “solde”) financiada por los aliados y gestionada por cónsules como Burbón y López, así como por el doctor Joaquín Grey, vecino de Totana, quien visitaba a los presos casi a diario. Esa ayuda permitía comprar alimentos adicionales en una cantina organizada en el interior de la prisión. Con ese dinero incluso costeaban los entierros de compañeros fallecidos.
El convento, en aquella época, albergaba también hasta 900 presos republicanos españoles en condiciones extremas de hacinamiento, hambre y mortandad. Alfonso subrayó el sufrimiento compartido en ese espacio, aunque especialmente duro para los presos nacionales, que no contaban con ninguna ayuda externa.
El libro también recoge intentos de fuga, como el caso de cuatro franceses que escaparon a Mazarrón, donde esperaban un barco que nunca llegó, o fueron capturados antes. Y ofrece una perspectiva directa y cotidiana gracias a las anotaciones diarias de Marcel Pin, que llevaba su diario en una pequeña libreta con lápiz.
La salida de los prisioneros hacia África del Norte fue gradual. Mientras los primeros convoyes salieron desde Setúbal, Portugal, los últimos lo hicieron desde puertos españoles como Málaga, tras negociaciones entre el régimen franquista y los aliados a cambio de ayuda alimentaria (trigo, huevos, fosfatos). Marcel Pin formó parte del primer convoy que partió del puerto de Málaga, el 21 de octubre de 1943, después de una larga espera que llevó incluso a huelgas de hambre entre los presos, quienes se sentían olvidados.
Rodolphe explicó que su visita tenía como objetivo "ver lo que vivió mi abuelo lo más cerca posible". El libro, escrito originalmente en francés, está siendo traducido al español y busca recuperar esta memoria desconocida para muchos totaneros. Pese a las penurias, muchos de los presos extranjeros recordaban Totana con cierto cariño. Marcel Pin, tras su liberación, se alistó en la marina francesa y terminó sirviendo en el acorazado Lorraine, que participó en el bombardeo del Muro del Atlántico, el mismo que él se vio obligado a construir como prisionero de guerra.
Durante la rueda de prensa, también se agradeció la colaboración de Alfonso Cayuela, quien ha facilitado la investigación y la visita de Rodolphe y de José Antonio, un gran amigo del autor y una persona profundamente comprometida con la memoria histórica.
Como anécdota, Rodolphe compartió una frase que su abuelo repetía a menudo: cada día, los presos preguntaban a sus guardianes “¿cuándo nos vamos?”, a lo que respondían: “mañana, por la mañana”.
Se espera que la traducción al español de Recuerdo de España permita a más personas acceder a este valioso testimonio, ayudando a preservar un capítulo hasta ahora olvidado de la historia local.