El pasado sábado 25 de octubre se celebró en el Centro Sociocultural de La Cárcel de Totana una de las ponencias de las III Jornadas de Patrimonio Histórico de Totana y Aledo, bajo el lema “Nuevas voces, nuevas perspectivas”. La sesión fue abierta por David Martínez, coordinador de las jornadas, quien destacó la importancia de escuchar la “voz de los artistas” activos, como Alberto Marín López, ya que su testimonio enriquece el debate sobre la conservación y transmisión del patrimonio desde una visión práctica y sensible del proceso creativo.
El protagonista de la charla fue Alberto Marín López, escultor e imaginero nacido en Totana, cuya vocación por el arte sacro se manifestó desde la infancia. Marín agradeció la confianza depositada en él para poder hablar en su pueblo sobre un mundo que le apasiona: el arte y la imaginería religiosa.
Totana, la gran desconocida del arte
Marín inició su intervención poniendo en valor el legado artístico de Totana, a la que considera “la gran desconocida” del mundo del arte. Subrayó que, aunque muchas de sus obras no sean conocidas fuera de la localidad, el municipio ha contado con generaciones de artistas polifacéticos de gran valía y talento desde el siglo XVII. Citó nombres como Silvestre Martínez, la saga de los Ortega, Antonio Ruiz y Fernando Navarro, figuras que contribuyeron a engrandecer el patrimonio artístico totanero.
Recordó también que Totana sufrió grandes estragos en su patrimonio sacro durante la Guerra Civil, desapareciendo buena parte de un legado muy rico. Sin embargo, valoró el esfuerzo del pueblo por conservar y recuperar numerosas piezas, hasta convertir el municipio en “un libro abierto de arte”, donde conviven manifestaciones que van desde los orígenes mudéjares hasta las expresiones más contemporáneas.
Del dibujo a la escultura: vocación y formación
Al reflexionar sobre la eterna pregunta de si “el artista nace o se hace”, Marín concluyó que son ambas cosas: “la semilla debe estar, pero necesita ser regada y formada”. En su caso, esa formación inicial la encontró en el arte de su propio entorno, especialmente en la iglesia parroquial y en la Semana Santa de Totana, a las que considera las raíces de su vocación.
Aunque hoy es un imaginero emergente, sus primeros pasos estuvieron ligados al dibujo y la pintura. Desde pequeño, reproducía de memoria las imágenes que veía en revistas, carteles o en televisión, utilizando rotuladores y lápices de colores. Incluso llegó a crear una revista propia de Semana Santa, con ilustraciones de todos los pasos procesionales de Totana, algunas de las cuales conserva todavía.
Su contacto con la escultura llegó gracias a una exposición escolar organizada por el Cabildo de Cofradías, donde los alumnos realizaban trabajos relacionados con la Semana Santa. En una de esas ediciones decidió modelar un trono de plastilina inspirado en una obra de su admirado José Hernández Navarro. Aquella pequeña creación fue el germen de una serie que culminó en la reproducción en miniatura de los 34 pasos de la Semana Santa totanera.
La primera figura de gran tamaño que abordó fue un San Pedro de tamaño casi natural, realizada ante la ausencia de una imagen de este santo en la localidad. Combinó materiales por pura intuición —madera, barro y plastilina— y, aunque sin formación técnica, consiguió un resultado que marcó el inicio de su camino como escultor.
El encuentro con su maestro y la consolidación del oficio
Su ídolo artístico, José Hernández Navarro, se convirtió finalmente en su maestro. Tras varios intentos, Marín logró visitar su taller en 2011, con apenas doce o trece años. Aquel encuentro, según recordó, fue “como conocer a un ídolo de la infancia”. Dos años más tarde, con dieciséis o diecisiete años, comenzó a acudir regularmente a Murcia —dos horas de viaje de ida y vuelta— para aprender con él las técnicas de modelado, talla y composición.
En el taller de Hernández Navarro se formó en las técnicas del barro (aprendidas del belenismo tradicional) y en la talla en madera, siempre bajo la consigna de “mirar más allá de las fronteras”. Paralelamente cursó estudios en la Escuela de Artes de Murcia, donde trabajó con materiales diversos como piedra, forja, metal y resina de poliéster, ampliando su comprensión de los procesos escultóricos y consolidando su base técnica.
Entre sus referentes, Marín citó a Miguel Ángel, Gian Lorenzo Bernini, Juan Martínez Montañés, Gregorio Fernández y, de manera especial, a Francisco Salzillo. Considera su Dolorosa realizada para la Cofradía de Jesús de Murcia “es la Dolorosa más bella de la cristiandad”. Junto a ella la otra imagen a la que profesa más arraigo y devoción es a Santa Eulalia, patrona de Totana. En su ponencia relató una curiosa anécdota sobre la Cena de Salzillo: La figura de San Pedro, realizada en pino hacia 1760, “seguía sudando resina después de más de dos siglos”, símbolo de que la madera, incluso tratada, sigue siendo un material vivo.
Obras recientes y proceso creativo
El escultor mostró imágenes de varias de sus obras, entre ellas un busto de corte civil en resina de poliéster, el David y Goliat (130 cm) modelado en barro y positivado en poliéster —reconocido con el premio nacional de la web La Hornacina—, y el San Juanito en terracota (60 cm), su proyecto final de carrera, calificado con sobresaliente.
También exhibió su Virgen de la Estrella, una de sus primeras tallas en madera, elaborada en el taller de Hernández Navarro, que se expuso en Alicante en una muestra de antiguos alumnos.
Otra de sus obras destacadas fue el cartel de la Semana Santa de Alhama de Murcia 2021, donde representó al nazareno actual explicando al nazareno fundacional la pérdida de la imagen original durante la Guerra Civil: una metáfora visual sobre la memoria y la continuidad de la fe.
Uno de sus proyectos de mayor envergadura es la Entrada de Jesús en Jerusalén (La Borriquita), para la localidad de Bullas. Este grupo escultórico incluye un burro a tamaño natural y un Cristo de casi 1,90 metros. Marín explicó la dificultad técnica de trabajar con animales y la necesidad de utilizar un modelo real localizado en Totana para lograr el máximo realismo. La composición exigió un cuidadoso estudio anatómico y de equilibrio para que el movimiento y la expresividad fueran naturales.
El Jesús Resucitado de Alhama: su sueño cumplido
El momento culminante de su ponencia fue la explicación del proceso de realización de su primer paso procesional, el Jesús Resucitado de Alhama de Murcia, obra que consideró “un sueño hecho realidad”. La figura, de carácter “ingrávido”, no apoya los pies en el suelo, lo que supuso un enorme reto técnico y simbólico.
El proceso completo, que duró unos dos años desde el boceto inicial, se desarrolló en varias etapas:
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Boceto a lápiz y maqueta: Se elaboró una maqueta a pequeña escala (35 cm), policromada, que sirvió para la votación y aprobación por parte de la hermandad.
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Modelado a media escala: Se modeló la figura en barro (unos 80 cm) sobre una estructura de metal, definiendo los paños y la sensación de ligereza.
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Talla en madera: La figura definitiva se realizó en madera de cedro, utilizando herramientas tradicionales como la gubia, aunque ayudado por nuevas tecnologías para el desbastado.
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Estucado y policromía: Se aplicó estuco para crear una superficie lisa y lograr un acabado fino, seguido de imprimaciones y una terminación al óleo, que permite matizar las encarnaciones con gran realismo.
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Detalles finales: Se incorporaron ojos de cristal pintados a mano, pestañas de pelo natural y, como curiosidad, una lengua tallada en madera, apenas visible, que solo se aprecia si se observa la imagen desde arriba, que demuestra su obsesión por el detalle.
El resultado final fue bendecido en abril y presentado como una de las imágenes más bellas y logradas de la nueva imaginería regional.
La realidad del oficio
Durante el turno de preguntas, Marín abordó la realidad de dedicarse a la imaginería en la actualidad. Explicó que se trata de una profesión movida ante todo por vocación, ya que los altos costes de los materiales hacen “prácticamente imposible” contar con ayudantes. Por ello, todo el proceso pasa por las manos del artista, desde el diseño hasta el acabado, llegando incluso a una especie de “alquimia artesanal” al experimentar con materiales y mezclas.
Respecto a la conservación, destacó que la madera de cedro es la más adecuada para la talla, aunque el pino sigue utilizándose por su resistencia y disponibilidad. Subrayó la importancia de mantener condiciones estables de humedad y temperatura para evitar grietas y dilataciones, y sentenció con una frase que resume su filosofía:
“La mejor restauración es la conservación”.
Al finalizar la charla, David Martínez agradeció la “calidad artística impresionante” y la sensibilidad que Marín transmitió. Cerró su intervención con una frase que arrancó los aplausos del público:
“Su obra, dentro de años o de siglos, será estudiada”.