El pasado sábado, 25 de octubre, se celebró una de las ponencias más destacadas de las III Jornadas de Patrimonio Histórico de Totana y Aledo, bajo el lema “Nuevas voces, nuevas perspectivas”. La charla, titulada “El campamento universitario de Sierra Espuña (1932)”, desveló ante el público totanero un episodio de trascendencia nacional que había permanecido prácticamente olvidado.
La exposición corrió a cargo de Andrea López, exalumna del IES Juan de la Cierva, y el profesor Pedro Solano, con la introducción del cronista oficial de Totana, Juan Cánovas Mulero. Este destacó el cariño y la admiración que siente hacia ambos, describiendo a Andrea como una alumna “gozosa, serena y transparente”, y a Solano como su “maestro en la sabiduría y la reflexión”.
Un trabajo joven que rescata la memoria
La investigación nació como un trabajo de investigación de bachillerato de Andrea López en el IES Juan de la Cierva. El profesor Solano subrayó la importancia de fomentar la curiosidad en los jóvenes, ya que “investigar es el desarrollo máximo de una curiosidad”.
Andrea eligió el tema entre tres propuestas de su profesor, atraída por el misterio del campamento universitario de 1932 en Sierra Espuña. Apenas existía información: un programa de actividades hallado en prensa. Al comprobar que no había publicaciones dedicadas al tema, decidieron emprender una búsqueda exhaustiva en hemerotecas nacionales, localizando referencias dispersas en diarios de la época.
El resultado fue un trabajo prácticamente inédito, publicado en 2024 en Los Cuadernos de la Santa, que ahora, gracias a las jornadas, alcanza una nueva difusión entre la comunidad local.
El campamento de la Segunda República
El campamento se celebró entre el 1 y el 14 de agosto de 1932 en Fuente Rubeda, en el entorno donde desde 1917 se realizaban campamentos de exploradores y boy scouts. Fue el primer campamento universitario en Sierra Espuña y lo organizaron la Asociación Profesional de Estudiantes de Derecho de Murcia y la Federación Universitaria Escolar (FUE), dentro de las Misiones Pedagógicas impulsadas por la Segunda República.
Su objetivo era llevar la cultura y la educación a las zonas rurales, erradicando el analfabetismo y fomentando el acceso a la enseñanza entre las clases más humildes. Contó con financiación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, con la participación de hasta 200 universitarios de toda España. La Universidad de Murcia reservó 40 plazas, mientras que Madrid y Barcelona pudieron enviar hasta 15 estudiantes, acompañados de dos profesores por universidad.
Las instalaciones eran modernas para la época: piscina, duchas, cine con proyecciones diarias, gramófono, un médico disponible las 24 horas y una estación telegráfica. Las actividades combinaban veladas artístico-literarias, pruebas deportivas, excursiones a la Cueva de la Moneda, el Santuario de Santa Eulalia o el Morrón, y una fiesta regional de despedida con canciones castellanas y andaluzas, donde sonaron los himnos de Murcia, Valencia y Cataluña.
El campamento permaneció abierto al público, recibiendo la visita diaria de curiosos, familiares y personalidades, sobre todo de Totana y Alhama. Fue, no obstante, un evento exclusivamente masculino; las mujeres presentes, como Carmen Conde y María Cegarra, asistieron como visitantes o conferenciantes invitadas.
Un cartel de lujo
La importancia del campamento fue notable, tanto por su espíritu educativo como por la categoría de sus conferenciantes, muchos de ellos figuras clave del panorama intelectual y político de la época:
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Ángel Osorio Gallardo, abogado, político y diputado a Cortes, impartió la conferencia inaugural sobre la orientación profesional del abogado.
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Andrés Ovejero Gustamante, diputado y catedrático.
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Román Alberca Lorente, catedrático de psiquiatría.
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Mariano Ruiz-Funes, catedrático de Derecho, diputado y ministro de Cultura y Justicia, además de vicerrector de la Universidad de Murcia.
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Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública, que se había comprometido a clausurar el acto.
El ministro consideraba el campamento una acción ejemplar de su ministerio para incorporar a la juventud universitaria a la reconstrucción cultural del Estado.
La ausencia de Lorca y el nacimiento de Bodas de Sangre
Entre los conferenciantes previstos figuraba Federico García Lorca, quien iba a impartir una charla sobre Góngora, Bécquer y Rosalía de Castro, acompañado de su compañía teatral La Barraca. En una entrevista publicada el 25 de julio de 1932 confirmó su asistencia, pero finalmente no acudió.
La investigación plantea que su interés en venir pudo deberse a la curiosidad por conocer la tierra de su bisabuelo totanero, Bernardo Lorca Alcón. Sin embargo, el poeta optó por descansar en Granada tras la intensa gira de La Barraca y reencontrarse con su familia en la Huerta de San Vicente.
Durante esos breves días de agosto, Lorca encontró la serenidad necesaria para escribir “Bodas de Sangre”, su gran tragedia. Testimonios de la época confirman que el poeta dedicó aquel periodo exclusivamente a escribir, en la habitación que aún se conserva en la casa familiar.
Tampoco asistió el ministro Fernando de los Ríos, probablemente a causa del golpe militar de Sanjurjo (la Sanjurjada) del 10 de agosto, que le obligó a suspender su agenda. Su intervención fue asumida por Mariano Ruiz-Funes. La Barraca no acudió, aunque sí dos de sus miembros: Enrique Díez Canedo y Miguel González Quijano.
Sierra Espuña: crisol de cultura y amistad
El campamento fue también un punto de encuentro para jóvenes escritores e intelectuales. Destacó la presencia del alicantino Ramón Sijé, que a sus 18 años ya era conocido en los círculos literarios de Murcia y Alicante. Para él, aquella fue su primera salida de Orihuela y una experiencia decisiva.
Allí trabó amistad con Carmen Conde y Antonio Oliver, fundadores de la Universidad Popular de Cartagena, así como con María Cegarra, pionera en el ámbito científico y literario. Estos contactos propiciaron la conexión entre el grupo oriolano (Sijé y Miguel Hernández), el cartagenero (Conde, Oliver y Cegarra) y el madrileño (Lorca, Félix Ros y Carlos Martínez Barbeito).
De aquellas relaciones surgieron colaboraciones en revistas como Sudeste y encuentros literarios que marcaron el inicio de la amistad entre Miguel Hernández y Federico García Lorca, sellando un vínculo esencial en la historia cultural española.
Un legado que sigue brillando
El Campamento Universitario de Sierra Espuña de 1932 no volvió a repetirse, pero su huella perdura como símbolo del espíritu reformista y humanista de la Segunda República. Supuso un impulso educativo y cultural que proyectó a Totana al mapa intelectual de España, dejando un testimonio de valor incalculable sobre la unión entre juventud, conocimiento y libertad.