En Totana tenemos la suerte de tener una amplia plaza central en dos estratos: arriba, la plaza de la Constitución donde se asienta el poder político (ayuntamiento) y el religioso (la iglesia de Santiago); y debajo, la plaza de la Balsa Vieja, que antes fue una balsa de riego oscura, maloliente y peligrosa (ese es mi recuerdo de cuando era muy niña), y ahora es una plaza abierta a la vez que recogida, donde los niños pueden jugar, donde hay bares y unos bancos en los que la gente se sienta a ver pasar a la otra gente y a disfrutar de la intemperie.
El pasado sábado 26 de abril se celebró la feria del libro y ese día la plaza se convirtió en el centro de reunión en torno a la cultura, la otra gran función del ágora.
Lo que destaco del día de feria, además del trabajo de todos mis compañeros organizadores, es la afluencia de gente, la tranquilidad, el buen ambiente, los saludos entre los amigos y también con los de diversas ideologías, las sonrisas, el encuentro y la conversación. ¡Qué falta nos hacen las buenas conversaciones!
Fue un día de concordia. Los libros tienen ese poder. Por una vez fuimos capaces de reunir la buena voluntad de todos y el resultado fue luminoso. Más aún si lo comparamos con lo que abunda en el actual trasiego político totanero. Por ello me atrevo a pedir: señores, menos duelos de pistoleros de película del oeste, que se nos va toda la fuerza en refriegas; más buena voluntad y diálogo para llegar a acuerdos; más tranquilidad para razonar y menos testosterona. Y también algo más de humor.
Es necesario recordar que en el fondo hay muchos más puntos en común: el bienestar y el progreso de Totana, que de desacuerdo: las consignas políticas.
Sí, ya sé que soy una ilusa.
Entretanto, más libros, por favor.
Dolores Lario