Las condiciones de clima extremo que presentan las estepas murcianas hacen que su vegetación sea de elevado interés científico, al tratarse de especies que contribuyen a organizar el tapiz vegetal de estos ecosistemas, según fuentes del Servicio de Protección y Conservación de la Naturaleza de la Dirección General del Medio Natural. Es el caso de plantas endémicas murcianas y almerienses como la escobilla (Salsola genistoides) y la boja negra (Artemisia barrelieri). En la Región de Murcia, las estepas se encuentran tanto en el interior (Alcanara y saladares del Valle del Guadalentín, Alhama y Totana, Altobordo –Lorca-, Ajauque -Santomera y Fortuna-), como en el litoral (Marina del Carmolí -Mar Menor- y Cabo Cope –Águilas-).
Las aves ibéricas esteparias se localizan fundamentalmente en la comarca del Altiplano, así como en puntos aislados del oeste (en el Moral y Zarcilla de Ramos), del centro de la Región (saladares del Guadalentín y Llanos del Cagitán), y del este (Ajauque y Rambla Salada). Se trata de especies muy escasas y amenazadas a nivel regional, nacional y europeo. Por ello han sido incluidas en diferentes catálogos de conservación, ya que algunas de ellas son únicas en Europa (la avutarda, el sisón, la ganga ortega, la terrera marismeña, el cernícalo primilla y la alondra ricotí, entre otras). Estas aves son propias de terrenos llanos, con vegetación arbustiva de bajo porte, por lo que las especies deben anidar en el suelo o muy cerca del mismo, de tal forma que interaccionan con la vegetación creando estrechas relaciones simbióticas.
La estepa es uno de los ecosistemas que mejor definen la singularidad ecológica del sureste ibérico en el marco del continente europeo. Se trata de una gran extensión de terreno llano, de escasa vegetación y clima continental donde las precipitaciones son pobres y las temperaturas extremas. Este tipo de hábitat es producto de múltiples variables como la aridez, la geología, el clima, el agua, sus cauces, los drenajes naturales o humanos y la existencia de valles. El origen de la estepa murciana está en la regresión de las zonas boscosas por la evolución biológica y por la acción del hombre en su afán por aumentar la superficie de explotación agrícola. Los cultivos cerealistas, junto a los arbóreos tradicionales de secano, son un ejemplo de intervención humana favorecedora de la expansión de especies esteparias, ya que presentan un modelo integrador de conservación y usos del suelo.
La existencia de espacios abiertos subesteparios, que ya se daba en la era del Cuaternario mezclados con zonas de bosque, evidencia que estos hábitats son ecosistemas propios identificados en sí mismos en los que el hombre, con sus actividades ganaderas y agrícolas, ha contribuido a expandir y perpetuar los diversos tipos de vegetación esteparia en la Península. Las estepas tienen dos rasgos comunes: el relieve llano o de ligera pendiente y la fisonomía de su vegetación, de tipo herbáceo o matorral de bajo porte (albardín, esparto, etc), con ausencia total de arbolado o con pies muy aislados que nunca llegan a formar una masa arbórea consistente. Este tipo de paisaje y sus riquezas fue valorado por el Imperio Romano que dedicó una superficie superior a las 650.000 hectáreas a cultivar esparto principalmente.
Alto interés de conservación
Las estepas son hábitats con alto interés de conservación, que en la actualidad se encuentran amenazados debido al proceso de transformación que vienen sufriendo durante los últimos años. Las estepas murcianas son auténticos laboratorios de procesos activos de formación de nuevas especies y subespecies, y es en ellas donde hay que buscar nuevos genes para conseguir mejoras en las variedades de cultivos y mayor resistencia a enfermedades.
Según fuentes del mencionado Servicio de Protección y Conservación de la Naturaleza, las prácticas agrícolas y ganaderas aconsejables para la adecuada gestión del ecosistema estepario son las clásicas del secano, la conservación del suelo y la lucha contra la erosión, la utilización eficiente del agua, la conservación de la biodiversidad de la zona evitando el sobrepastoreo y estableciendo convenios con sociedades de cazadores y cotos privados, la racionalización del uso de fertilizantes, herbicidas y productos fitosanitarios, la reducción de la contaminación de origen agrario, la conservación de manantiales, charcas y aguaderos naturales, y el control de las especies de predadores oportunistas.